El pueblo venezolano no está solo, está recibiendo crecientes y sostenidas expresiones de apoyo y admiración de la comunidad internacional por su heroica resistencia y dolorosa lucha para exigir el respeto de la voluntad popular, transgredida por la represión, el amedrentamiento y el grotesco fraude electoral cometidos por el régimen de Nicolás Maduro.

A la inversa, los engaños, amenazas, persecuciones y violación de derechos fundamentales, destrucción de las instituciones democráticas y demás abusos de Maduro y su entorno, los han constituido en parias, marginados de la cooperación internacional por un número progresivo de gobiernos democráticos. Revelador del enclaustramiento y totalitarismo del régimen venezolano es el respaldo que recibe solo de gobiernos autoritarios y dictatoriales como Rusia, China e Irán, y sus aliados en Latinoamérica, Bolivia, Cuba y Nicaragua.

La gravedad de la situación venezolana exige manifestaciones de solidaridad, más allá de eufemísticas declaraciones de inquietud y preocupación, o de dilaciones y condicionantes para adoptar posiciones más duras de rechazo.

El decisivo momento por el que atraviesa Venezuela requiere de expresiones y acciones más claras e inequívocas de condena, que profundicen el aislamiento de Maduro, incorporando en este propósito a organismos multilaterales y democracias de continentes diferentes a América y Europa, haciéndoles sentir el valor y aprecio de una acción común para las relaciones bilaterales. A la vez, y en consonancia con lo anterior, cabría hacer sentir la molestia y dificultades para las relaciones con nuestro país ante el apoyo que brinden otras naciones a Maduro.

No parece efectivo seguir insistiendo en exigir pruebas de transparencia de la elección del domingo pasado cuando existen palmarias evidencias de prohibición a candidaturas opositoras, diáspora forzada de cerca de ocho millones de venezolanos, amedrentamientos y represión antes y durante los comicios, y otras abyectas acciones del oficialismo para manipular, falsear e interrumpir la entrega íntegra de los resultados.

Tampoco parece razonable, como lo sugirió Lula da Silva, que los opositores recurran a la justicia venezolana para resolver las diferencias de los resultados, omitiendo que la magistratura venezolana, al igual que la justicia electoral, es férreamente controlada por el mismo gobierno autor de los fraudes y otras medidas dolosas.

El Presidente Boric ha sido leal y consecuente con la política exterior de Estado promotora de la democracia, de los derechos humanos, libertades y del derecho internacional; con firmeza ha requerido la cooperación del gobierno venezolano para resguardar el orden y seguridad pública de acciones criminales de venezolanos en territorio nacional; ha reaccionado con templanza ante los agravios infligidos por el régimen de Maduro a nuestro país, el último, la expulsión de nuestra misión diplomática en Caracas. Muchas de estas decisiones le han provocado diferencias con integrantes de su coalición de gobierno, en particular con el Partido Comunista, como se aborda en esta misma página.

Ahora corresponde reforzar la solidaridad con el sufriente pueblo venezolano, sin romper relaciones, aunque de hecho lo estén, desconociendo derechamente la legitimidad de Maduro y reconociendo el triunfo de Edmundo González. Se debe ofrecer refugio y extenderles pasaportes, en caso de no disponer de ellos, a González, Corina Machado y a altos dirigentes opositores venezolanos, concertar posiciones con Perú y Argentina, y con otros gobiernos y organismos que compartan la condena al régimen de Nicolás Maduro y su procesamiento ante la Corte Internacional de Justicia.