Señor Director:

Este es el testimonio de una adolescente con trisomía, a través de mis ojos.

Fui esperada y amada desde antes de nacer. Soy afortunada del hogar que mi mamá ha construido para mí, soy testigo de todas las constantes luchas que he tenido que dar para abrirme paso en este mundo desigual y de inequidad. En mi primera etapa como párvulo, el ingreso se hizo bajo voluntarismos más que por derecho. Fue condicionado en principio, pero poco a poco me fui ganando un espacio dentro de esa inmensa vulnerabilidad generalizada de aquel jardín infantil barrial gratuito. Gracias a las profesionales y mis capacidades, logré estar al menos dos años y medio y avanzar en mi desarrollo.

Para poder entrar a prekínder tuve que sortear una prueba de admisión en el único colegio subvencionado particular que tenía un proyecto de integración. En primero básico seguí el modelo inclusivo junto a mis compañeros y cursando todas las asignaturas. Esto fue gracias a que mi madre pone en evidencia ante los profesores mi potencialidad para afrontar desafíos y ser fiel a su visión de inclusión. Aprendí a leer y escribir al igual que mis compañeros. Actualmente curso octavo básico.

Todas las terapias de estimulación temprana que he recibido desde bebé hasta ahora para el apoyo del aprendizaje han sido costeadas por el presupuesto familiar. Desde siempre mi familia ha costeado los profesionales que he necesitado para mi formación social, educativa y fonoaudiológica.

El próximo año estaré en enseñanza media, con contenidos y asignaturas que preparan para una prueba de admisibilidad que no está adaptada y una universidad que no incluye a la discapacidad intelectual.

¿Qué puedo conmemorar en Chile para este 21 de marzo?

María Angélica Vidal R.
Madre de Florencia, 14 años