¿La lección? ¿No podríamos realizar más iniciativas de este tipo y fiestas urbanas para romper la monotonía del año?
Si bien estar de vacaciones fuera de la ciudad es muy placentero, estar en ella cuando otros están fuera, es bastante grato también. En esta línea, es interesante preguntarse por qué la ciudad es más agradable en los meses de verano.
Lo primero: menos autos, menos tacos. Una observación bastante obvia, pero prueba irrefutable de cómo una metrópolis funciona mejor cuando hay menos vehículos. Menos tiempo en transporte nos permite levantarnos un poco después, llegar a casa más temprano y con menos estrés. Podemos aprovechar la tarde para salir, pasear, hacer deporte o simplemente leer o descansar. ¿La lección? Cambiar la movilidad urbana por una que promueva otros tipos de transporte (público, peatonal y bicicletas), poder así bajar la congestión y tener, todos, una vida más agradable.
Lo segundo: los eventos. Todos los veranos la ciudad se llena de actividades, se anima como en ninguna otra época del año. Espectáculos callejeros como el Festival Teatro a Mil, conciertos, ferias y cine al aire libre, entre muchos otros panoramas culturales y recreacionales, son ciertamente un gran beneficio de la ciudad en tiempo de vacaciones. ¿La lección? ¿No podríamos realizar más iniciativas de este tipo y fiestas urbanas para romper la monotonía del año?
En la otra cara de la moneda, lo tercero: el calor. Los días de altas temperaturas, en gran parte de nuestras ciudades, van en aumento. Hay horas y zonas de la ciudad muy poco gratas. ¿La lección? Menos cemento, más vegetación, más áreas y techos verdes, más calles arboladas en búsqueda de disminuir las islas de calor. Asimismo, tomar real conciencia de que debemos frenar el aumento de las temperaturas y entender cómo el medio ambiente se cuida a diario en todas las acciones que realizamos (consumo excesivo de agua, de plásticos, de energías contaminantes y producción de desechos no reciclables, entre otros).
La ciudad en vacaciones es capaz de demostrarnos cómo podemos mejorar nuestra calidad de vida urbana. Ojalá de esta reflexión podamos sacar lecciones para hacerla más grata todos los meses del año.
Carolina Katz Arquitecta