El profesor Klaus Schmidt-Hebbel ha propuesto que Chile adopte un régimen parlamentario. Esta es una propuesta a explorar, pero sus argumentos son insuficientes. Primero, obvian la distinción entre correlación y causalidad. Aunque sea efectivo que los países desarrollados tiendan a contar con sistemas parlamentarios y aquellos en vías de desarrollo a ser presidencialistas, de ello no se sigue que la adopción del parlamentarismo contribuya decisivamente al éxito económico. Segundo, los argumentos de Schmidt-Hebbel tampoco resultan convincentes desde una perspectiva política. Hungría y Polonia, ambas repúblicas parlamentarias, han recientemente concitado especial atención debido al “democratic backsliding”, es decir, el desmantelamiento consciente de sus sistemas democráticos y régimen de Estado de Derecho.
La gobernabilidad de un país es un fenómeno complejo que depende de factores contextuales que van más allá del diseño institucional. Por ejemplo, en escenarios de alta fragmentación y polarización, la dificultad para alcanzar acuerdos políticos es un riesgo mayor en un sistema parlamentario. Para verlo no es necesario retroceder hasta Weimar. Basta ver las dificultades que han enfrentado recientemente Bélgica, Italia y España para generar mayorías parlamentarias que permitan gobernar. Es precisamente en este tipo de contextos en que el presidencialismo parece mostrar su mejor cara: al acoplar parte importante de la acción política a una persona, permite la continuidad del Gobierno y evita el riesgo de acefalia que implica la dependencia estructural de acuerdos políticos amplios.
En derecho comparado se ha advertido desde hace décadas sobre la importancia de considerar el contexto a la hora de importar instituciones o regímenes extranjeros. Latinoamérica ha sido históricamente vulnerable a este problema debido a su tendencia a adoptar irreflexivamente experiencias extranjeras debido a su aura de prestigio. La tesis de Schmidt-Hebbel arriesga incurrir en un problema similar. No es suficiente que el presidencialismo latinoamericano haya fracasado o que países exitosos tengan regímenes parlamentarios. Hay que demostrar que el parlamentarismo es bueno para la realidad concreta de Chile. Ello requiere entender la complejidad y riesgos de los regímenes parlamentarios en acción, y tomarse en serio la pregunta sobre su compatibilidad con la cultura política chilena actual.
Rodrigo Kaufmann Peña
Abogado y Doctor en Derecho
Ernesto Vargas Weil
Fellow in Law, Selwyn College, Cambridge