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Editorial
Sábado 21 de enero de 2023
Fin de la “jacindamanía”
La icónica líder desistió de enfrentar unas elecciones de resultado incierto.
Hace casi seis años, irrumpió la “Jacindamanía”, con la llegada al poder de la Primera Ministra de Nueva Zelandia, Jacinda Ardern, una joven y carismática parlamentaria “progresista”, suerte de antítesis de líderes como Donald Trump. Su estrella brilló por años, pero comenzó a apagarse por los efectos de una larga cuarentena ante la pandemia, la que dejó pocos muertos pero a varias decenas de miles de neozelandeses por meses fuera del país, y a una economía golpeada. Su prestigio sigue intacto en el extranjero, pero los “kiwis” no parecen ahora tan fascinados.
Nueva Zelandia debe elegir un nuevo Parlamento en octubre, y el Partido Laborista de Ardern ha caído fuerte en las encuestas, superado por el Partido Nacional (centroderecha); la propia premier perdió popularidad, desde un peak de 55 por ciento, a 29 por ciento en diciembre. Las opciones de ganar disminuyeron y ella, de 42 años, consideró que era tiempo de retirarse porque se le “terminó el combustible”. La icónica líder había mostrado valentía y entusiasmo para asumir como la gobernante más joven de la historia de su país, llevar su guagua a la ONU y enfrentar graves crisis, pero, al parecer, no tuvo la energía para competir en unas elecciones de resultado incierto.
La decisión obligó a los laboristas a elegir un nuevo líder, el hoy ministro de Educación, Chris Hipkins, quien fue el único postulante y deberá ser ratificado formalmente el domingo por sus pares. De 44 años, conocido por el manejo de la pandemia, deberá hacerse cargo de los acuciantes problemas heredados. Estos incluyen una recesión prevista para este año, una inflación del 7,2 por ciento (con alzas de hasta el 10% en los alimentos), altísimos precios de las viviendas debido tanto a las mayores tasas como a la escasez habitacional crónica (que Ardern prometió corregir) y problemas en la cadena de suministros. El desempleo está en un nivel récord, 3,3 por ciento, pero falta mano de obra en ciertos rubros, lo que dificulta la competitividad. Otro problema grave es el incremento de la violencia de las pandillas y organizaciones criminales.
Ardern fue una activista entusiasta de los temas sociales y raciales, y su promesa de eliminar la pobreza infantil recibió aplausos mundiales, pero, en parte por la pandemia y por la falta de programas eficaces, las condiciones de vida de los menores, especialmente en las comunidades maoríes, no han mejorado, e incluso, según la Unicef, han retrocedido. Los maoríes representan el 17,4 por ciento de una población de cinco millones, y Ardern ha tratado de incorporarlos a la gobernanza de las instituciones públicas con un poder de decisión mayor, lo cual provoca la resistencia de variados sectores nacionales.
El futuro de la líder es una incógnita, pero, siendo tan joven, no cabe descartar un regreso para cuando considere que las condiciones le vuelvan a ser favorables.