Señor Director:

En su última columna —un homenaje al recientemente fallecido Bruno Latour—, Eugenio Tironi deja entrever elementos de un debate contemporáneo de gran importancia, uno que requiere de sutiles distinciones: el estatus epistemológico de la ciencia respecto de otros saberes o conocimientos.

La afirmación de la columna de que los “criterios de verosimilitud” utilizados por las comunidades científicas son el resultado de una “negociación, arreglo o convención” al interior de ellas da la equivocada impresión de que se trata de un proceso político. En realidad, los científicos discuten si sus proposiciones se ajustan a la evidencia empírica, si han sido corroboradas múltiples veces por grupos independientes, y si han sido sometidas a la aceptación de los pares. No “negocian” al respecto.

Del mismo modo, el “pluralismo ontológico” al que alude Tironi, según el cual los “tipos de verificación” de la realidad distintos a los científicos —“religiosos, poéticos, políticos o jurídicos”— deben ser tratados “simétricamente” con los primeros, no se hace cargo de que, a diferencia de los otros, la ciencia construye las proposiciones que considera “verdaderas” de una manera sistemática: formula hipótesis, las valida empíricamente (de manera transitoria), y luego las somete al juicio aprobatorio de los pares. Tironi dice además que la “ciencia nos quiere hacer creer” que las “verdades científicas surgen directamente de la naturaleza”. Ello no es así. El “positivismo” del siglo XIX, o sus versiones más elaboradas del siglo XX, fueron abandonados hace ya mucho tiempo. La ciencia afirma que la naturaleza opera “como si” siguiera el modelo propuesto por sus “leyes”. Da explicaciones funcionales, no ontológicas.

Más aun, el dualismo entre naturaleza y cultura, sostenido por diversas versiones religiosas o místicas del mundo —que Tironi correctamente cuestiona— ha sido disuelto por la ciencia más que por las otras visiones del mundo. La ciencia es la que ha conectado al mundo físico con el biológico y el cultural bajo un mismo marco conceptual. Cuando Tironi nos dice que el ecologismo de Latour lo llevó a afirmar que para que el “viejo proyecto Moderno” sea accesible a todos sus habitantes “se necesitarían 5,2 planetas”, hace un cálculo sobre bases científicas. No lo funda en ontologías “políticas, religiosas, jurídicas o poéticas”.

Este debate no es solo teórico. Tiene importancia práctica. Así como para fabricar vacunas y enfrentar la pandemia utilizamos el conocimiento científico, para enfrentar la sustentabilidad del planeta vamos a requerir una adecuada combinación de ciencias naturales y análisis de costo-beneficio provistos por la disciplina económica, ambas de carácter científico. Otorgar “derechos” a la naturaleza, proveniente del mundo jurídico o moral, es un camino por sí solo infértil para indicarnos cómo proceder hacia adelante.

En el complejo mundo del siglo XXI, pensar que hay simetría epistemológica entre la ciencia y los otros saberes puede resultar no solo peligroso, sino, además, muy caro para las futuras generaciones.

Álvaro Fischer