La visita de Mazzucato y sus dichos produjo un intercambio profuso sobre el neoliberalismo, su existencia, origen y características. Sin duda existe como línea de pensamiento económico y con mayor o menor énfasis ha influido en las políticas de muchos países. En la mayoría, como suele ocurrir en la realidad, se ha producido una tendencia a reformas que han limitado sus alcances a través de una presencia fuerte del Estado en diversas áreas y formas.
Mazzucato plantea que nuestro sistema neoliberal es culpable de la desigualdad económica, y es necesario “matarlo”, incluyendo la eliminación de los monopolios y exceso de renta en algunos sectores, entre los cuales ella menciona a la minería y la energía. Para ella, la solución es construir un modelo de desarrollo basado en el Estado Emprendedor, que sería el gran agente de la innovación.
En Chile no impera un modelo económico neoliberal desatado con un Estado ausente ni es una economía agobiada por la acción y rentas monopólicas, sino una economía abierta, con empresas expuestas a la competencia internacional en los sectores transables. En energía, Chile es uno de los casos más exitosos en incorporar energías renovables de fuente variable de la mano de muchos emprendedores, gracias a la fuerte regulación que abrió espacios de competencia para esas energías, las que se han desarrollado sin subsidios del Estado. En la minería, las empresas privadas y públicas compiten en el mercado internacional y las rentabilidades promedio en los últimos 20 años son similares a las obtenidas en todos los países productores. La economía chilena no es un caso de texto del neoliberalismo, sino un sistema de mercado con una alta intervención del Estado en áreas críticas para el desarrollo económico y social y fuerte regulación, para evitar la actividad monopólica y manejar las asimetrías de poder.
El trasfondo de esta discusión es cómo lograr un crecimiento que reduzca las grandes brechas de bienestar y oportunidades, deuda pendiente de la disciplina económica, y que no se ha logrado en economías “neoliberales” ni en sistemas con alta intervención o control absoluto del Estado.
La marcada desigualdad económica y social no se ha resuelto en Chile y va en aumento en economías desarrolladas. El cambio tecnológico puede aumentar las brechas, a menos que cambie el perfil de capacidades en la fuerza laboral. En Chile es un tema recurrente en la discusión pública, pero no hay iniciativas de reflexión colectiva rigurosa y desideologizada en torno a un problema crítico para crecer con estabilidad social y política. En las tres últimas décadas, diversas políticas públicas lo han abordado parcialmente en políticas sectoriales, pero el problema es multidimensional. Se requiere un esfuerzo que atienda a esa característica, analice sus dimensiones, identifique cambios necesarios en las políticas sectoriales y priorice la acción. Para ello sería conveniente establecer, al estilo de la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad, una comisión nacional para la reducción de la desigualdad, de integración pública y privada, que se aboque a analizar y discutir los factores críticos que impiden que el desarrollo reduzca la desigualdad, en lugar de aumentar las brechas.
Vivianne Blanlot
Economista