Señor Director:

El “neoliberalismo” es un significante vacío, no porque no signifique nada, sino porque significa muchas cosas, y nunca se sabe cuál de ellas está en discusión.

El significado más preciso es el que se refiere a los economistas neoclásicos de la Escuela de Mont Pelerin, que representaron “una reacción espontánea al avance del socialismo planificador y del intervencionismo estatal posterior a la gran depresión de 1929”, como indica Carlos Williamson en este mismo espacio.

Seguiremos discutiendo eternamente sobre “neoliberalismo”, por dos razones: no se quiere admitir que la transformación más significativa que ha tenido Chile en su historia —la única revolución, para los que gustan de esta palabra— ha sido la que se consiguió con los tratados de libre comercio y la apertura al mundo. Los resultados en materia de disminución de la pobreza, por ejemplo, entre 1990 y 2020, fueron equivalentes, a otra escala, a los 500 millones que logró zafar China.

La segunda razón es que no hemos discutido a fondo sobre dictadura. Todas las discusiones quedan atrapadas en las sombras que proyecta: Constitución, neoliberalismo, derechos humanos, todo. Las dictaduras no nacen de la tierra como los hongos, sino cuando fracasan las democracias. Es delicado hablar de esto —hay mucho sufrimiento de por medio—, pero alguna vez habrá que hacerlo. “Nunca es triste la verdad; lo que no tiene es remedio”.

Marcos García de la Huerta