Señor Director:

La publicación de la participación de Eugenio Tironi en un seminario sobre medios permite revisar una situación que nunca se discutió en serio hasta ahora. A más de tres décadas de que fuera enunciada, reconoce Tironi que dijo lo que realmente dijo entonces desde el gobierno: que la mejor política de comunicaciones es la que no existe. El problema, comenta, es que no fue interpretada correctamente. Es lo mismo, desafortunadamente, que vemos cada día en el gobierno actual: hay afirmaciones que deben entenderse como quiere el autor, no como las interpretamos los mortales comunes y corrientes, periodistas incluidos.

Respecto del tema fundamental, como director de La Nación en los primeros años de la recuperación democrática, creo que la política enunciada hizo mucho daño, tanto a nosotros, en el diario estatal, como al resto del periodismo y a la sociedad en su conjunto. Debimos enfrentar la mala imagen del periódico heredada de la dictadura y trabajar prácticamente sin apoyo económico del régimen: publicidad estatal mediante, por ejemplo, no con “recursos públicos” que nunca buscamos. Aunque, como equipo, hicimos un muy buen trabajo del cual me siento orgulloso, no tuvimos el respaldo suficiente para indagar mejor en los acuciantes temas de derechos humanos que se estaban descubriendo, empezando por los fusilados enterrados en secreto en Pisagua.

Agradecí entonces, y lo vuelvo a hacer ahora, la confianza del Presidente Patricio Aylwin y del ministro secretario general de Gobierno, Enrique Correa. Pudimos actuar con profesionalismo, sin ser “pauteados” (otra expresión de moda en estos días) por ellos.

En tiempos normales —si es que los hay— yo podría estar de acuerdo con la inconveniencia de un medio estatal. Pero los años entre 1990 y 1994 no eran “normales”. Se necesitaba más apoyo que la total libertad que se nos concedió. Necesitábamos ayuda, no solo económica, para construir un sistema de medios más pluralista y equitativo. Ello nos habría permitido ganar legítimamente el espacio que requeríamos ante la opinión pública. La falta de política comunicacional terminó por hacer inviable el proyecto que, con tantas ilusiones, inició Eliodoro Yáñez en La Nación hace más de un siglo.

Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo