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Editorial
Martes 28 de junio de 2022
Cumbres decisivas
La relación con Rusia marca las citas del G7 y la OTAN.
El temor por las consecuencias de la guerra en Ucrania es la motivación principal para que los líderes de las mayores economías del mundo —G7— y los socios de la Alianza Atlántica participen en sucesivas cumbres para alinear posiciones sobre cómo enfrentar a Rusia. China también está en el radar, por su apoyo velado a Moscú y por su postura agresiva frente a Taiwán.
El fin de semana, los siete poderosos estuvieron en Alemania y mostraron que pueden ponerse de acuerdo en planes para moderar las consecuencias de la crisis económica y alimentaria actual (producida primero por la pandemia y luego por la invasión a Ucrania). Anunciaron un programa de inversión en infraestructura que pretende asegurar un desarrollo sostenible y alcanzar estabilidad global. Que eso se logre con una inversión de 600 mil millones de dólares en cinco años, se verá con el tiempo.
Hoy en Madrid le toca el turno a la OTAN, la alianza de seguridad que une a europeos con Estados Unidos en la defensa del territorio de los miembros, pero también más allá. La agresión de Rusia a Ucrania es la oportunidad para que los aliados muestren que unidos pueden hacer la diferencia. Esta vez, para fortalecer cualquier acuerdo, estarán presentes como observadores los líderes de Australia, Nueva Zelandia, Japón y Corea del Sur.
Ucrania clama por ayuda militar, y la ha recibido en forma de millonarios envíos de armas; también en capacidad de inteligencia y operaciones especiales. Nada ha sido suficiente para frenar la ofensiva rusa que, con altos y bajos, sigue dominando el campo de batalla. Es necesario ver todas las aristas de un apoyo vital para la defensa de la libertad e independencia de un país que ya no quiere estar bajo la influencia de Moscú, sino pertenecer a la Unión Europea.
En Madrid se hablará de solidaridad en términos humanitarios, económicos, diplomáticos y militares. Hay muchos que consideran que Kiev debería aplicarse a buscar una salida negociada, pues es difícil que logre expulsar a los rusos o que estos acepten una retirada sin condiciones. Volodimir Zelenski, el combativo Presidente, se niega a rendirse y perder parte de su territorio. Por eso, el G7 en su declaración final se refirió a que es Ucrania la que debe determinar su futuro. Pero para los europeos y el resto del mundo la prolongación de la guerra también trae penurias. La dependencia del gas y petróleo rusos, y las alzas de precios tanto del crudo como de los alimentos que nos golpean a todos hacen urgente una solución que no aparece en el horizonte.
La óptica parece ser aumentar sanciones e intentar disuadir militarmente a Rusia. Para la Cumbre de Madrid, el secretario general de la OTAN anunció cambios en el componente militar, un incremento de la fuerza de despliegue rápido que convencería a Rusia de que cualquier ataque a los países fronterizos le costaría muy caro, pero también algo más de fondo, que es cambiar el concepto con el que se relaciona la OTAN con Moscú, que data de 2010. De “socio estratégico” pasaría a ser un país que representa “una amenaza directa a nuestra seguridad, valores, y al orden internacional basado en normas”. Una decisión como esta, que traería consecuencias en las relaciones con Rusia, requeriría una voluntad política que no han mostrado por ahora los aliados.