Hace un año y medio preguntaba en este espacio a qué venía Francis Cagigao, qué función cumpliría como director nacional de selecciones y los plazos establecidos para evaluar su desempeño. Transcurrieron casi 18 meses, la selección apuntó un fracaso rotundo, el recambio generacional sigue en pausa, el desarrollo de las juveniles es una entelequia y persisten las dudas sobre los alcances de su gestión y su capacidad para encabezar el staff técnico nacional.
Se reformulan las preguntas: ¿qué méritos reunió Cagigao para convertirse en amo y señor de la Roja? ¿Por qué el futuro del equipo nacional está determinado por la decisión de un cazatalentos con experiencia técnica casi invisible y cuyos lazos profesionales con Chile son igual de inexistentes? ¿Qué vieron los dirigentes que lo trajeron que no hemos visto el resto durante el tiempo que lleva en la federación?
Se supone que el director de selecciones nacionales lidera un plan técnico, dicta las pautas, procura su desarrollo y coordina las políticas deportivas de los representativos en todas las categorías. Una función esencial que, sospecho, se emparenta repoco con la labor que verdaderamente cumple Cagigao en Quilín. O por lo menos la que le consume más tiempo.
Lo que se ve —cuando se ve, porque asoma a cuentagotas en la escena— es al director deportivo organizando partidos amistosos, explorando en el mundo, como el genuino scouting que es, la materia prima que escasea en Chile. También se le observa ocupado de la logística en los desplazamientos de la selección. Y si es necesario viajar a Europa para conocer el estado de salud de los jugadores —como ocurrió con Ben Brereton—, por supuesto viaja él. Con mayor razón si es “necesario” retornar a España, Italia o Inglaterra para sondear y conocer el potencial seleccionador (así llegó Eduardo Berizzo).
Cagigao hace de todo. Pero ahora se salió del marco: también confecciona las nóminas de convocados a la Roja, específicamente del equipo que disputará tres amistosos en Asia el mes entrante. Y no pasó inadvertido: fue muy criticado por elaborar un listado que acusó la distancia con la que sigue el campeonato local, porque es francamente inexplicable que se omitieran nombres como el de Víctor Felipe Méndez, acaso si el mejor jugador chileno del campeonato, quien no estaba en la citación inicial, pero que luego fue llamado por la lesión de otros y/o por la presión en las redes sociales; o la ausencia de su compañero en Unión Bastián Yáñez, quien ganó con holgura una oportunidad.
Por contrapartida, y con la colaboración de los técnicos de la Sub 20 Patricio Ormazábal y Milovan Mirosevic, Cagigao llamó a una pléyade de futbolistas que pasaron la barrera de los 30 años y varios de ellos con el denominador común de ser representados por el agente Fernando Felicevich, lo que desató una ola de comentarios y suspicacias. Tanto Quilín como el propio Felicevich han desmentido varias veces esos lazos, pero lo que ocurrió en la última citación a la Roja no ayuda a disipar las dudas. Tampoco la improvisación de su autor, Francis Cagigao, quien ajeno a las consecuencias que provocan sus decisiones, prepara sus bártulos para emprender un nuevo periplo, ahora a Japón, donde Chile iniciará el ciclo mundialista 2026 igual como terminó el de Qatar 2022: con Cagigao explorando en la selección.
Felipe Vial
Editor de Deportes