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Editorial
Lunes 16 de mayo de 2022
Dura campaña en Brasil
La campaña electoral oficial de Brasil se inicia en agosto, pero con el lanzamiento de la candidatura de Lula da Silva, hace unos días, la carrera por la Presidencia está desatada y promete ser dura.
No será una campaña amigable, y eso ha quedado en evidencia en los discursos que ya ha pronunciado Lula. “Tus días están contados... (tienes) miedo a perder y caer preso”, ha dicho el exsindicalista en referencia al Presidente Jair Bolsonaro. Los ataques son directos y buscan forjar la imagen de Bolsonaro como un “fascista” y “criminal”. Da Silva dice querer “unir a los demócratas de todos los orígenes para enfrentar y vencer la amenaza totalitaria y del odio”, impuesto por “el genocida que nos gobierna”.
Mostrar a su rival como la antítesis de un demócrata es el eje de la campaña de Lula, quien para fortalecer su posición recurre al ataque, pero también a los logros de su gobierno (2003-2010). Esto lo mantiene liderando la carrera desde marzo de 2021, si bien este año sufrió bajas que alientan al sector de Bolsonaro. Igualmente, los sondeos lo sitúan entre 10 y 15 puntos arriba y le dan el triunfo en segunda vuelta.
No es de extrañar entonces el despliegue de su campaña y la exaltación de los éxitos de su anterior gestión, como sacar de la pobreza a millones y situar al país en un destacado lugar de la política internacional. A eso se suman las promesas actuales. Lula ha instalado todos los temas de la actual agenda “progresista”, como la defensa de la naturaleza y de los territorios indígenas (“garantizar la posesión de sus tierras... invadidos ilegalmente”), la lucha contra la discriminación sexual y contra el “desmantelamiento” de la economía estatal.
Así, defiende la propiedad de empresas como Petrobras y Electrobras, hoy bajo estudios para su privatización. “Defender a Electrobras de quienes quieren que Brasil se someta, pero este crimen contra la Patria sería un crimen contra nuestra soberanía energética”, ha dicho. También propone proteger la banca estatal “para dar acceso a créditos baratos”, y financiar obras sanitarias y de vivienda, además de apoyar la agricultura familiar. Como exsindicalista, sus promesas incluyen “avanzar en una legislación laboral que garantice los derechos y fomente la negociación sobre bases civilizadas y justas”, así como salarios que se reajusten por sobre el costo de la vida.
Economía, escándalos y elecciones
La inflación es un tema clave hoy en Brasil, como en todo el mundo. En los últimos doce meses, el índice llegó a 12,13 por ciento, y aunque en abril algo bajó respecto de marzo, las proyecciones preocupan a los economistas. Con todo, también abril marcó un repunte inesperado del crecimiento, lo que abre expectativas sobre la recuperación. Bolsonaro cuenta con ello.
El Presidente se demoró en anunciar que se presentaría a la reelección. Recién en noviembre se inscribió en el Partido Liberal, que patrocina su candidatura. Con una popularidad baja y Lula marcando alto en las encuestas, está obligado a actuar si quiere tener opciones. Durante la pandemia, en 2020, Bolsonaro logró alta aprobación, gracias a un paquete de ayuda millonaria que neutralizó los ataques de todos los sectores por el “negacionismo” sobre los devastadores efectos del coronavirus. Sin embargo, comenzó a bajar y en diciembre su popularidad tocó fondo, comenzando en enero a recuperar terreno. Es difícil que esa recuperación le alcance para ganar el 2 de octubre, pero sí, quizás, para disputar una segunda vuelta el 30 de ese mes.
Siempre se supo que Bolsonaro era una figura controvertida, y su triunfo en 2018 sorprendió a muchos, que dudaban de que sus posturas extremas sobre temas candentes pudieran encontrar apoyo mayoritario. Estos años de gobierno no han estado exentos de polémicas, pero todavía mantiene una base dura que le es incondicional y puede aspirar a recaudar votos de centro que no están dispuestos a que Lula y todo el espectro de corrupción que rodeó su gobierno, e incluso al propio exmandatario, vuelvan al poder.
Todavía está fresco el escándalo del Lava Jato, que destapó un esquema extendido de corrupción en el que firmas constructoras hacían contratos con el Estado beneficiando a personas y partidos con platas fiscales. La corrupción no solo permeó todos los estamentos, sino que empresas como Odebrecht extendieron sus malas prácticas por América Latina. Si bien Lula recuperó sus derechos políticos, las dudas quedaron en el aire. Él afirma que fue “víctima de una de las mayores persecuciones políticas y judiciales de la historia”.
Los problemas de Bolsonaro
Si el Presidente quiere ganar, tendrá que superar no solo la feroz propaganda de la campaña de Lula, sino también el rechazo de toda la izquierda latinoamericana. Pero el Presidente no ayuda mucho a mejorar su imagen. Además de sus discursos “políticamente incorrectos”, está enfrentado con la Corte Suprema por el caso del indulto a un diputado que supuestamente habría atentado contra la democracia. La polémica de mayores consecuencias es la que tiene con el ente electoral acerca del sistema de votación electrónica. Esto ha dado pie para que lo acusen de que, en caso de perder, intentará desconocer el resultado y alegar fraude, tomando el ejemplo de Donald Trump.
Para defender la tranquilidad cívica y democrática, Lula y Bolsonaro debieran bajar el tono de la campaña.