La situación sanitaria ha seguido complicándose en China, y con ello se han agudizado las tensiones económicas y políticas. Si hasta hace poco se pensaba que el país había controlado la pandemia y estaba en un proceso estable de desaceleración económica y de transición política, en pocos meses la situación ha dado un vuelco, y grandes interrogantes han surgido sobre el devenir del gigante asiático.

El número de contagios no es abrumador, pero la política de cero covid implementada por el gobierno y refrendada recientemente por Xi ha llevado a un fuerte control social y de movilidad. La ciudad de Shanghái lleva dos meses en casi total cuarentena, y se especula que Beijing podría comenzar luego. De acuerdo con algunas fuentes, habría cerca de 300 millones de personas bajo cuarentena total o parcial. Un reciente estudio publicado en la destacada revista Nature Medicine concluye que una apertura total en la economía podría generar casi dos millones de muertes en los próximos meses, considerando el bajo porcentaje de vacunados. Aunque esta evidencia podría validar la estrategia de las autoridades, lo cierto es que no es sostenible una estrategia tan restrictiva hacia adelante.

Las críticas al manejo del gobierno son crecientes, no solo porque las restricciones a la libertad han sido excesivas, sino porque el impacto económico está sintiéndose. Las cifras de actividad, de comercio y de crédito comienzan a reflejar la intensidad del ajuste. Las declaraciones del premier Li Keqiang reconociendo un desafío grave en el empleo son reflejo de ello. Así, mientras el gobierno insiste en una estimación de crecimiento de 5,5% para este año, son cada vez más las proyecciones que se alejan de ese guarismo.

El impacto en el resto del mundo puede ser importante, especialmente porque la desaceleración es autoinfligida, y las políticas usadas históricamente para compensar los ciclos económicos, como una fuerte expansión fiscal o crediticia, no son muy eficaces en esta circunstancia. Aunque la corrección en el precio del cobre obedezca principalmente al ajuste monetario en Estados Unidos, también refleja perspectivas de desaceleración en China. En un ambiente de presiones financieras globales, la capacidad de Beijing para aplicar medidas contracíclicas es limitada, lo que podría causar mayores estragos en países emergentes.

La debilidad económica tiene también efectos de primer orden en el ambiente político de la potencia asiática. El Partido Comunista se prepara para designar a sus máximas autoridades a fines de año, y lo que parecía una elección fácil para Xi se ha complejizado, considerando los costos políticos que está enfrentando. No se visualiza por ahora una competencia a su liderazgo, pero el deterioro de su imagen a partir de una política sanitaria errática y resultados económicos malos introduce un ruido en la política china al que no hemos estado acostumbrados.