Señor Director:

Luego de vivir muchos años en el extranjero, me ha sorprendido en Chile el nivel de digitalización al que hemos llegado: Extranjería es completamente digital, no existe un lugar físico al cual dirigirse en caso de tener un asunto que tratar con dicha institución. Los bancos están transitando a tarjetas totalmente digitales. Las tarjetas ya no tienen número y para obtenerlo hay que hacerlo a través de la app o mediante la página de internet. ¡Ni hablar del uso y abuso de medios como WhatsApp para comunicaciones de índole formal!

Tema aparte es la exposición a pantallas de niños pequeños.

Los servicios públicos piden que se hagan reclamos por Instagram o Twitter. Sinceramente esto es evidencia de que la protección de datos personales en Chile es simplemente un tema irrelevante, lo que, si no se pone atención, en el futuro hará que la contratación con países UE sea muy difícil o imposible.

La errada comprensión en Chile sobre el uso adecuado de la digitalización y su utilidad es tal vez manifestación de su evidente inmadurez cívica. Ser una sociedad moderna y de avanzada no equivale a sustituir a las personas por bots de ayuda.

Por último, y a mi juicio de mayor relevancia, la asunción de que toda la población se maneja con o tiene acceso a medios digitales. Mi pregunta central es relativa a la tercera edad: ¿qué hace una persona que simplemente es digitalmente analfabeta, por razones totalmente legítimas, por cierto, como ocurre con personas mayores? Esto da cuenta de la manifiesta irrelevancia de dicho grupo etario junto a una —a mi parecer— equivocada comprensión de herramientas que deberían facilitar la vida y no hacerla más compleja, al menos como deferencia con los adultos mayores.

Alejandra Castillo Ara
Profesora de Derecho Universidad Diego Portales