La paliza que nos han dado el Frente Amplio y los “colectivos” que acompañan al Presidente electo debe estimularnos para promover una completa renovación por parte nuestra, que permita ganar los corazones y sentimientos del electorado, tal como lo hicieron ellos.
Con los liderazgos actuales, el trabajo de las organizaciones políticas existentes (UDI, RN, Evópoli, republicanos, etcétera), y la forma de operar de los centros de pensamiento (Centro de Estudios Públicos, Libertad y Desarrollo, Fundación Para el Progreso, etcétera), por muy loables que sean sus esfuerzos, no veo que podamos lograr algo significativo. ¡Se requiere aire fresco! Esta es una gran oportunidad para que nuestros jóvenes, con una renovada ética, juicio, visión y actitud, se tomen el poder, tal y como parecieran haberlo hecho los jóvenes del Frente Amplio.
En el proceso de recambio y renovación generacional es legítimo “matar al Padre” (“liberarse de la tutela progenitora”), de la misma forma que lo hizo el Frente Amplio con la Concertación. La gran diferencia entre ellos y nosotros está en el grado de dignidad personal que se logra con una u otra visión. Nuestras ideas, las de una sociedad libre y responsable, donde el bien común es el bien de cada individuo logrado en sociedad, se contraponen al constructivismo utópico socialista, donde el individuo es absorbido por la sociedad, por cuanto el bien común está predefinido por una élite iluminada a la cual debe subyugarse el individuo.
Quizás deberíamos volver a visitar a los intelectuales de la izquierda cultural Ernesto Laclau y Antonio Gramsci, y tomar en serio las propuestas y debates que plantean constituyentes como Fernando Atria, Constanza Schönhaut, Amaya Alvez e Ignacio Achurra, quienes no usan los métodos tradicionales del marxismo-leninismo, sino que recurren a las sutilezas del lenguaje, con términos como “plurinacionalidad”, “género”, “desigualdad”, “justicia social”, etcétera. Ha sido una forma eficaz para lograr una hegemonía cultural y erigirse como moralmente superiores. ¡Frente a aquello, nuestro racionalismo práctico es una lata!
Pero, como sabemos, el socialismo subyuga al individuo y mina la dignidad de la persona. Su promesa pretenciosa de traernos un paraíso terrenal ha terminado en dramáticos infiernos que han traído los mayores genocidios de la historia de la humanidad y mucha miseria. Los jóvenes inspirados en las ideas de una sociedad libre y responsable podrían “matar y enterrar” a sus padres políticos y, aunque no tengan mucha experiencia y se equivoquen, atreverse con nuevas propuestas y acciones.
Nuestras ideas y metodologías deberán competir con las que sustentan los que hoy han llegado al poder. Por el momento ellos han demostrado una capacidad ejemplar para entusiasmar y cautivar. ¡Son un ejemplo para nosotros y la competencia nos hará muy bien! Debemos agradecer a los Atria y Boric de este mundo y prepararnos para apoyar un fascinante emprendimiento cultural liderado por caras nuevas. ¡Confío en que mis hijos y nietos (todos, todas y todes, cada cual desde su propio “colectivo”) tengan la ambición de “darme muerte” a la brevedad!
Nicolás Ibáñez Scott
Presidente de Fundación Dignidad Chile