Un debate con desempeños parejos, en que cada uno buscó cuestionar la coherencia de su adversario, fue el que confrontó a los candidatos presidenciales Gabriel Boric y José Antonio Kast. No es así evidente que el programa transmitido anoche por los canales de la televisión abierta, agrupados en Anatel, vaya a jugar un papel necesariamente definitorio en el resultado de la votación del domingo. Sin embargo, el espacio sí dio una oportunidad para que los postulantes se explayaran en algunos de los temas más relevantes para los ciudadanos, como el futuro de la economía o las pensiones, y donde el mayor grado de acuerdo se produjo —inesperadamente, si se consideran las controversias que el asunto desataba hace un año— en su evaluación en general positiva del manejo de la pandemia llevado a cabo por el Gobierno.

Respecto de los candidatos, en el caso de Boric, el debate marcó un nuevo hito en el proceso de transformación de su figura llevado a cabo durante este año y en particular luego del resultado de la segunda vuelta. Al cambio en su apariencia física y en sus posiciones respecto de materias que van desde el orden público y la seguridad ciudadana, hasta la continuidad o no de la práctica del rodeo, agregó ahora una aparente apertura respecto del futuro de las AFP, cuya eliminación ha sido una bandera de lucha de la izquierda, pero que ayer el postulante del PC y el Frente Amplio evitó considerar un intransable. Ello, por lo demás, fue funcional a la estrategia desplegada, en que apostó a limar todo lo que pudieran ser aspectos controvertidos de su perfil y trayectoria, para proyectarse como una figura de acuerdos y abierta al diálogo, en contraste con un Kast que representaría la división y el enfrentamiento. En ese ejercicio, el Gabriel Boric que vieron anoche los telespectadores —uno que incluso no rehuyó el calificativo de socialdemócrata— fue muy distinto de aquel que la mañana del 19 de octubre de 2020, luego de la violencia desatada el día 18, increpaba duramente en la Plaza Baquedano a un joven efectivo del Ejército, simplemente por encontrarse ahí. Si la eficacia y credibilidad de esta apuesta se medirá el domingo, ayer los puntos más débiles de su desempeño tuvieron que ver con las respuestas a preguntas respecto de su programa de gobierno, particularmente en el caso de las pensiones, donde la cuestión de la heredabilidad o no de los fondos se ha transformado en el gran oxímoron de una propuesta que pretende terminar con el actual sistema sin pagar costos por cambiar lo que los ciudadanos perciben en él de valioso.

Como aspecto anecdótico, las próximas horas indicarán si el golpe de efecto de haber mostrado el resultado de un test de drogas jugará en su favor o no (ya en redes sociales se había abierto una discusión sobre el tema).

José Antonio Kast, en tanto, mantuvo durante todo el debate uno de sus mayores atributos, cual es una tranquilidad no exenta de ironía que, en sus mejores momentos, puede llevar a la exasperación a sus adversarios. En los contenidos también él fue cuestionado por afirmaciones y actuaciones del pasado, así como por los cambios en su programa. Supo, sin embargo, explicar estos últimos como correcciones que no han alterado la línea general de su discurso. Y en cuanto a sus posturas en asuntos valóricos, estableció una nítida diferencia entre sus posiciones personales y el respeto a otras opciones, si bien quedó en evidencia el contraste entre esas palabras y algunos de sus dichos del pasado. Con todo, no aprovechó varias de las numerosas oportunidades para cuestionar los planteamientos programáticos de su rival, pese al abundante espacio que las contradicciones de este le abrían. A su vez, la referida calma de que hizo gala pudo por momentos percibirse como falta de fuerza o incluso cierta displicencia, en contraste con el entusiasmo desplegado por Boric, como fue particularmente claro en los cierres de cada uno.

Es difícil anticipar cómo este debate incidirá en esta etapa final de la campaña, pero las dudas que siguen abiertas respecto de cuestiones programáticas relevantes hacen lamentar que ya no queden nuevas oportunidades para ver a los candidatos confrontar sus posiciones.