Señor Director:

Hoy recordamos el natalicio de Roberto Matta, pintor, dibujante, grabador. Nació el 11 de noviembre de 1911, a las 11 de la mañana, agregaba él, con su reconocido sentido del humor.

En la historia del arte ocupa un lugar de privilegio, reconocido internacionalmente. En nuestro país, si bien se le otorgó el Premio Nacional de Arte, todavía es poco conocido por el público. Quizás, la causa se deba a que su obra es desafiante, requiere una mirada concentrada y reflexiva para ingresar al imaginario que nos propone.

Su arte surge de la imaginación e intuición, estimuladas por las ciencias, la astrofísica, la mitología, los arcanos de la alquimia, y no por observaciones convencionales sobre la realidad. Con razón, André Breton, figura fundamental del surrealismo, lo acogió prontamente, al presentarle en París algunos dibujos. Lo invitó a una exposición con otros artistas del movimiento, en los años 30 del siglo pasado. Recién cumplía 27 años.

Al iniciarse la década del 40 del siglo XX, nuestro artista amplió sus investigaciones visuales al explorar el tiempo, el espacio y el movimiento, fenómenos complejos que implicaban asumir riesgos. Cito una frase de Matta muy sugerente al respecto: “Se vive en un mundo impuesto o en un mundo sentido. El mundo impuesto es una jaula, el mundo sentido es la aventura”.

El mundo impuesto es lo convencional, lo rutinario, el lugar común. Pero alude especialmente a las “escondideces”, es decir, a lo que se oculta, donde se impone la mentira, el fraude, la corrupción, el egoísmo, las ambiciones desmedidas, el abuso del poder.

Matta siempre afirmó que no era pintor, sino que “vertor”, neologismo que inventó, como muchos otros. En este caso, para decir que “da a ver”, con el fin de que la gente tomara conciencia y reaccionara frente a aquellas “escondideces”, para no quedar petrificado para siempre.

Milan Ivelic