La candidatura de Gabriel Boric ha estado sometida a permanente escrutinio. Tal como es esperable en cualquier postulante que lidera las encuestas, su historial y sus propuestas han sido analizadas y contrastadas bajo diversas perspectivas. Uno de los aspectos más comentados han sido sus errores en el manejo de cifras económicas. Ciertamente, ha habido muchos presidentes que han descansado en una persona o en un equipo, cuando su fuerte no ha sido la economía. Un caso destacado fue el de Patricio Aylwin, quien evitaba profundizar en cuestiones técnicas, pero contaba en su gabinete con figuras de sólido dominio en estas materias. Sin embargo, los errores de Boric también podrían estar vinculados con lo que algunos han visto como una alta improvisación en esa candidatura. Los alcances de ello resultan complejos: la ausencia de cálculos serios en el programa hasta ahora conocido, pero al mismo tiempo, la oferta de un futuro más justo y más equitativo pueden ser una fuente de profunda insatisfacción ciudadana, si es que las promesas resultan incumplibles.

Con todo, quizá el aspecto que más dudas genera en la candidatura de Gabriel Boric es el modo en que podrían conciliarse visiones tan diversas, como las que van desde la socialdemocracia que algunos en su equipo señalan reivindicar, hasta los planteamientos comunistas, propios de países que niegan las más mínimas libertades para emprender. Ello plantea escenarios diversos. Durante la segunda administración Bachelet, por ejemplo, el Partido Comunista, si bien ejerció alta influencia en ciertas materias políticas, ocupó un lugar más bien secundario en el área económica. Sin embargo, la posición que hoy detenta el PC como socio del pacto Apruebo Dignidad es muy distinta de la que tenía en la Nueva Mayoría, lo que multiplica su capacidad de influencia. Y si bien no es evidente que pueda capturar las decisiones económicas de una eventual administración Boric, sí parecería probable una alta tensión tanto en esas materias como en cuestiones de política interna y relaciones internacionales. Algo de ello ya se ha visto, por ejemplo, a propósito de las decisiones del Banco Central y su autonomía, respaldadas por el candidato, pero fuertemente cuestionadas desde el PC.

En definitiva, el Partido Comunista es un aliado atípico. Se trata de una colectividad que adscribe a una ideología que ha fracasado en materia económica y que indefectiblemente ha restringido las libertades más básicas en los países que ha gobernado. De hecho, hace dos años, el Parlamento Europeo emitió una resolución de “Memoria histórica”, en la que condenó por igual los crímenes cometidos por el nazismo y el comunismo totalitario. En ese sentido, su incorporación como socio clave de un gobierno genera legítimas inquietudes y conspira contra cualquier esfuerzo de moderación en los planteamientos de una candidatura.