Señor Director:

A dos años del 18 de octubre, el Colegio de Arquitectos de Chile emite una declaración en la que no incluye una sola palabra sobre la destrucción del patrimonio y el espacio público de muchas ciudades de Chile.

La quema de iglesias, museos, equipamiento comunitario y propiedad privada, así como la de infraestructura del transporte público, desde mínimos paraderos hasta grandes estaciones de metro, parecieran no ser de interés para quienes están llamados a ser los primeros defensores de la ciudad.

Soy uno de los cerca de 1.200 arquitectos que aún sigue pagando sus cuotas mes a mes. He tenido una participación activa durante mis 30 años de colegiado, pero cada vez entiendo más a los otros 20 mil que no tienen ningún interés en ser parte de esta asociación gremial.

Es una paradoja que el Colegio, en la voz de su mesa directiva, ponga sus intereses políticos por sobre la protección de la ciudad y el territorio, siendo que, en definición de los griegos, la Polis es la agrupación urbana y el territorio que está por sobre, acoge y constituye a la comunidad política y no al revés.

Fernando Marín Cruchaga
Arquitecto