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Editorial
Domingo 17 de octubre de 2021
Otelo y la cultura de la cancelación
Una visión infantilizante está llevando la situación a extremos.
El fenómeno de la cancelación, silenciamiento o censura, no solo está sucediendo en Chile, donde grupos de izquierda procuran acallar a quienes sostengan posiciones o análisis discrepantes. Como fundamentan sus arbitrarias imposiciones en una supuesta superioridad moral, no se trata de una censura tradicional, sino de un intento de suprimir de raíz la existencia de posiciones adversarias. El mismo fenómeno se advierte en muchos otros países donde la confrontación no se da tan claramente en el campo político, pero sí en torno a otros aspectos que pueden afectar la convivencia.
Particularmente grave es la aparición creciente de estas actitudes en las universidades, lugares donde se esperaría que imperara el análisis racional de los problemas. Ha llamado la atención el grave incidente que ha sufrido el artista de origen chino Bright Sheng, destacado músico que logró escapar de la revolución cultural de Mao, después que le quitaran su piano por no corresponder que una familia tuviera ese instrumento representativo de la música occidental. Emigró a Estados Unidos, donde su carrera no pudo ser más brillante, recibiendo premios y becas. Pero, en su enseñanza de composición musical en la Universidad de Michigan, inició su último curso exhibiendo una película con la versión del Otelo, de Shakespeare, que protagonizara sir Laurence Olivier. Los alumnos protestaron por considerarlo un “acto racista”, pues sir Laurence aparece disfrazado de negro, sin serlo auténticamente. El decano respaldó esa posición y Sheng renunció luego de pedir perdón, como lo tuvieron que hacer tantos chinos durante la revolución cultural de los años 60.
Estados Unidos ha sufrido de un problema racial de gran envergadura y puede comprenderse la alta sensibilidad sobre el tema. Pero la importancia de ese país y su influencia cultural han hecho que comience a advertirse una difusión del fenómeno mucho más allá de sus fronteras, incluso donde jamás se han vivido las dificultades que ha enfrentado esa nación por su pasado de esclavitud.
También se observa la extensión de la actitud censora a otros asuntos, llegándose a suprimir el uso de ciertas palabras, entorpeciendo la comunicación. Así, la representante Alexandria Ocasio-Cortez, de la izquierda del Partido Demócrata, quiere suprimir la palabra “mujer” y reemplazarla por “gente menstruante”, pues al referirse a ellas con el vocablo mujer se excluiría a los hombres biológicos que declaran una identidad femenina. Como nadie quiere aparecer excluyendo a quienes han sufrido por su condición, y exponerse a los ataques de los activistas, hoy aparecen instituciones respetables evitando esa palabra, entre ellas publicaciones médicas, como el Lancet, que después de referirse a las mujeres como “cuerpos con vaginas” para no usar el proscrito vocablo, pidió perdón a sus lectores.
La visión infantil que ha comenzado a apoderarse de los adultos más honorables, pero temerosos de las iras juveniles, da cuenta de los extremos a que se puede llegar por este camino. El recuerdo de uno de los más excelsos artistas que haya dado el país, Ramón Vinay, puede terminar por desaparecer por el solo hecho de haber representado con excelencia al moro de Venecia.