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Cartas
Domingo 17 de octubre de 2021
Sobre Allende y Boric
Señor Director:
Mauricio Rojas en “El Mercurio” se pregunta de qué manera espera Gabriel Boric enfrentar los desafíos de la ultraizquierda en un eventual gobierno suyo. Es una pregunta relevante porque al igual que en el período de la Unidad Popular, en su coalición coexisten visiones muy distintas: una, que podríamos llamar reformista o socialdemócrata, encabezada por el propio Boric y Revolución Democrática, y otra, rupturista o revolucionaria, encabezada por Daniel Jadue, el PC y una diversidad de grupos menores que integran el Frente Amplio.
Como nada de esto es muy distinto a las contradicciones que se expresaron en la Unidad Popular, salvo el dato no menor de que el PC esta vez se pasó al bando de la ultraizquierda (Caballo de Troya del imperialismo la llamó entonces), es importante para Boric no solo admirar y sentirse heredero de Allende, sino también analizar la manera en que este vivió esas contradicciones que terminaron quitándole la posibilidad de tomar la iniciativa en una situación crítica y finalmente paralizándolo en la más completa y trágica soledad.
Si bien Allende, mucho más que Boric, tenía, además de una larga experiencia política, un discurso consistente que le permitió conceptualizar y diseñar un camino original de transformaciones, en que los valores de la democracia y el socialismo se amalgamaban, lo cierto es que no dejó nunca de coquetear con una retórica revolucionaria que terminó debilitando su capacidad de conducir a la izquierda de la época —muy influenciada por la revolución cubana y sus figuras— por un camino de prudencia y sensatez.
El discurso revolucionario que prometía “avanzar sin transar” y “no sacrificar ni un milímetro del Programa”, el que debía cumplirse “cueste lo que cueste”, auspiciado por el Partido Socialista, el MIR y parte del MAPU, alimentó procesos de radicalización social incontrolables y una demagogia alucinada. No fueron tampoco estos “revolucionarios” capaces de prepararse para hacer viable su camino jacobino de ruptura y superación del “Estado burgués”, llevando a Salvador Allende y su coalición a un callejón sin salida.
Boric parece enfrentarse día a día a dilemas parecidos. Lo que sus adversarios presentan como ambigüedades o permanentes cambios de opinión no es sino la manifestación de las contradicciones de su coalición, las que también se expresan en la Convención Constituyente. Estas son eludibles en el contexto de una campaña presidencial, pero no lo serán si llega a ser gobierno. Su desafío principal, que Allende no pudo superar, será dejar de lado los sueños apocalípticos y ordenar su coalición tras un programa de reformas necesarias, prioritarias y políticamente posibles para un gobierno de cuatro años.
Ricardo Brodsky