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Editorial
Jueves 07 de octubre de 2021
Pulso de la carrera presidencial
"En un escenario de alta incertidumbre, burdas estrategias electorales llevan a eludir
los debates de fondo".
Si bien la experiencia impone un alto escepticismo respecto de la capacidad predictiva de las encuestas en Chile, constituye un antecedente sugerente el que distintos sondeos coincidan en señalar que no solo la carrera presidencial dista de encontrarse definida, sino que incluso resulta incierto saber quiénes pasarían a un eventual balotaje. Faltando pocas semanas para la primera vuelta electoral, nuestro país vive un proceso inédito en comparación con todas las elecciones realizadas desde la vuelta a la democracia.
Aun cuando en algunos de esos casos los sondeos de opinión equivocaron gruesamente sus proyecciones numéricas, en cada una de las últimas siete contiendas quien finalmente fue electo Presidente venía liderando las encuestas ya desde un año antes. Tal vez la mayor sorpresa registrada fue el casi empate logrado por Joaquín Lavín ante el favorito, Ricardo Lagos, en 1999; aun así, este último terminó imponiéndose en el balotaje. Esta vez, en cambio, los candidatos que hace un año lideraban las encuestas ni siquiera estarán en la papeleta.
No es ella la única diferencia respecto de procesos anteriores. En las últimas cinco elecciones presidenciales ha debido realizarse una segunda vuelta y, en cada una de esas instancias, se enfrentaron los postulantes de las coaliciones de centroderecha y centroizquierda. Hoy existe una posibilidad de que ello no ocurra y que, por primera vez, pase a segunda vuelta la izquierda dura que cuestiona a la antigua Concertación; incluso, al otro lado del espectro, el candidato de la derecha no oficialista podría tener opción de llegar al balotaje, según algunas proyecciones.
Otro signo del momento parece ser la volatilidad del voto, especialmente sensible a las nuevas circunstancias que se van presentando y a los aciertos y errores de los candidatos. Ello en buena medida explica las derrotas sufridas por Daniel Jadue y Joaquín Lavín en las primarias de sus sectores, y puede dar origen a nuevas sorpresas. En el caso de la centroderecha y la derecha, un porcentaje del electorado podría estar hoy evaluando sus opciones entre un candidato que refuerza su identidad, como es José Antonio Kast, y otro que apunta a crecer hacia el centro político, el exministro Sebastián Sichel. En este contexto, la baja popularidad del Gobierno aparece como un lastre complejo.
En la oposición se ha producido una paradoja: tres candidatos distintos levantan prácticamente el mismo discurso. Resulta, en efecto, muy difícil identificar diferencias programáticas y de aproximación al momento que vive el país entre Gabriel Boric, Marco Enríquez-Ominami y Yasna Provoste. Llama particularmente la atención que esta última no haya, hasta ahora, intentado levantar una postulación anclada en un domicilio político claro de centroizquierda. Ni la socialdemocracia, ni el “socialismo democrático”, ni el “humanismo cristiano” son posibles de vislumbrar en una candidatura que no rescata nada de lo que ha sido su propia tradición política. Boric, en tanto, busca conservar el favoritismo que le asignan las encuestas apostando a la ambigüedad de quien procura proyectar una imagen de moderación, pero plantea propuestas radicalizadas y mantiene alianza con el Partido Comunista.
Es lamentable que frente a este escenario de alta incertidumbre, en lugar de entregar señales clarificadoras, la oposición haya optado por asumir estrategias tan groseras en su populismo e irresponsabilidad institucional, como las de impulsar un cuarto retiro previsional y una acusación constitucional contra el Presidente de la República. Burdas en su objetivo, ambas fórmulas suponen también eludir los debates de fondo, en un momento en que está en juego el modelo de desarrollo y el esquema de convivencia para las próximas décadas.