“Clásico es ganarte”. La frase patentada por las huestes de Colo Colo cada vez que enfrentan a Universidad de Chile no es gratis.

Año tras año, en una estadística que no para de crecer, el Cacique se impone o no pierde ante un archirrival que a veces compite y en otras se borra. La “maldición” ya no es solo en el Monumental, donde la U no gana desde 2001, sino que se extiende a todos los escenarios desde 2013.

Esta vez en Rancagua, los albos tampoco se apartaron de un guion que parece estar escrito de antemano y mataron en cinco minutos el Superclásico, potenciando el inteligente planteamiento de Gustavo Quinteros con importantes rendimientos individuales, pero también aprovechando todos los errores y bajos niveles que mostraron los azules.

En el primer tiempo el hambre, el fútbol y el espíritu de lucha los puso exclusivamente la visita, mientras el local no hizo pie, no se encontró y estuvo completamente dormido. Apenas arrancaba la brega, Pablo Solari aprovechó los espacios que entregaba la zaga rival para habilitar a Gabriel Suazo, quien no pudo controlar el balón, propiciando el remate pifiado de revés de Marcos Bolados, venciendo a Fernando de Paul. Iban seis minutos y la paternidad de ocho años y 17 duelos sin caer comenzaba a confirmarse ante un cuadro que tempranamente se ponía la mochila de no poder con su archirrival.

Si el golpe inicial dejó a la U prácticamente en la lona, el segundo impacto la noqueó irremediablemente. Gabriel Costa se ratificó como el jugador más determinante de la era de Gustavo Quinteros: el uruguayo-peruano se movió a sus anchas desde el comienzo y se encontró libre en el área para conectar un cabezazo que terminó en el vertical derecho, que trajo la barrida de Iván Morales y del disminuido Ramón Arias. En su afán por sacarla, el central uruguayo introdujo el balón en su propia puerta.

Quedaban casi 80 minutos, más descuentos, pero la sensación era clara. Solo un milagro haría que la U remontara.

Con tranquilidad, el Cacique manejó las situaciones a sus anchas. César Fuentes y Leonardo Gil recibían la pelota con total libertad, mientras que los tres volantes azules no encontraban los caminos para llegar a la portería contraria. Las bandas fueron para la visita y, cómo no, Costa se las arreglaba para generar peligro.

Todo mientras en las tribunas Leonel Sánchez, Sergio Navarro y Alberto Quintano, algunas de las glorias homenajeadas del Ballet Azul, sufrían y veían lo lejos que estaba el partido y el nivel de uno y otro cuadro. El puñal lo pudo hundir aún más Iván Morales, pero perdonó dos veces. A esas alturas el baile era albo, pues solo un disparo de Franco Lobos (18') y otro mordido de Espinoza (42') se contaban en una etapa unilateral. ¿Joaquín Larrivey? El goleador no tuvo asistencias y tampoco una sola ocasión clara de gol.

“Fuimos contundentes en el inicio. Tuvimos más espacios, pero no los aprovechamos. Pudimos hacer más goles…”, decía certeramente Quinteros tras el clásico. En la parte final, Valencia movió el tablero. Ingresó Marcelo Cañete y la U mejoró. El argentino mostró vergüenza deportiva y cuando se esbozaba una mejora, vino la expulsión de Sandoval por una clara plancha a Bolados que el VAR corrigió, pues Roberto Tobar solo había mostrado amarilla.

Empujones y manotazos entre Arias y Óscar Opazo, una refriega de Osvaldo González con el mismo “Torta” y con Morales fue la única pelea que los azules dieron en el césped de El Teniente, porque con el balón en los pies el ganador no tenía discusión. Con la roja, el clásico terminó. Costa, dos veces, y Leonardo Gil estuvieron cerca de aumentar, lo que sí hizo Ignacio Jara tras una lucida jugada que él mismo inició. El descuento de Cañete sobre el final decoró un clásico que vio el debut a contrapelo de Junior Fernandes (tuvo dos remates y dejó buenas sensaciones) y que terminó con un final conocido de una película que esta vez trajo un doble festejo para el Cacique: su hegemonía llega a ocho años y dejaron a los universitarios prácticamente fuera de la lucha por la corona. Colo Colo saca chapa de campeón.