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Editorial
Lunes 27 de septiembre de 2021
Enfoques internacionales: Suspenso en Perú
A dos meses de asumir el Presidente Pedro Castillo, prevalecen incógnitas sobre sus opciones, entre la dependencia y la autonomía respecto del líder de su partido Perú Libre, Vladimir Cerrón, de extrema izquierda.
Algunos sostienen que el mandatario estaría en un proceso de aprendizaje sobre el funcionamiento del Estado, con miras a liberarse de acompañantes incómodos, cercanos a Cerrón. Otros no descartan que cumpla gradualmente con su programa original para cambiar la Constitución y poder establecer una República Plurinacional socialista, siguiendo el modelo de Evo Morales. En tal caso, estaría expuesto a la destitución por la mayoría opositora en el Congreso.
Consciente de los peligros a su estabilidad, Castillo ha optado por declaraciones tranquilizadoras y un gabinete de ministros poco conocidos, que incluye al técnico Pedro Francke en Economía, quien declara repetidamente que no se pretende expropiar ni estatizar sectores productivos. Como garantía de estabilidad, recomendó retener a Julio Velarde como presidente del Banco Central. Pero el Ejecutivo aún no resuelve sobre el directorio del Banco, que Velarde pretende sea integrado por técnicos de su confianza.
En su primer viaje al exterior —solo había conocido Bolivia, viajando por tierra, para asistir a actos liderados por Evo Morales—, Castillo fue a México, a la Cumbre de la Celac, y luego a Estados Unidos, a las sedes de la OEA y Naciones Unidas. Todo se cumplió conforme a un programa de la Cancillería y su ministro de Relaciones Exteriores, Oscar Maúrtua. Escapó al control de este la reservada entrevista de Castillo con Nicolás Maduro, en México, hecha pública en Lima por el presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, cercano a Cerrón y crítico del equipo económico, quien aprovechó de desautorizar al viceministro de Relaciones Exteriores, por haber declarado que Perú no reconoce a quien ejerce el poder en Caracas. Bellido también sugirió la renuncia de Maúrtua y de su segundo.
La muerte, a los 86 años, de Abimael Guzmán había desencadenado antes diferencias internas y la irresolución del gobierno. Mientras algunos parlamentarios oficialistas insinuaban en redes sociales sus simpatías por el líder terrorista muerto y que hasta podría haber sido asesinado por la Marina, los ministros del Interior, Justicia y Defensa planteaban la inconveniencia de que el cuerpo del extinto fuera entregado a familiares y su tumba se convirtiera en lugar del culto. Castillo se sumó a calificar a Guzmán de terrorista, causante de miles de muertes, sin oponerse a que el Congreso aprobara rápidamente una ley para disponer que los restos fueran cremados y las cenizas esparcidas en el mar, lo que se cumplió dos semanas después de la muerte.
Sin dar entrevistas desde que asumió, el mandatario regresó a Lima, mientras la opinión pública espera que ponga fin a sus indecisiones, que incluyen resolver la permanencia de Bellido, mayor fuente de división en el gobierno.
¿Se duerme Joe Biden?
Es de lo que se mofaba Donald Trump sobre su contendor. Hace pocos días, con evidente mala intención, el ex premier israelí Benjamin Netanyahu, al referirse a la visita de su sucesor, Naftali Bennett, afirmó saber que en su entrevista en la Casa Blanca el Presidente se había quedado dormido. Lo cierto es que, sin cumplir un año en su cargo, Biden ha adoptado una sucesión de decisiones que sus críticos califican de mal implementadas, seguidas de una caída en su aprobación, que se sitúa entre un 43% y 47%.
Aun cuando se cumplía con un anuncio de Trump sobre el retiro de Afganistán, el casi inmediato derrumbe de las Fuerzas Armadas afganas, que pocos días antes el Presidente había calificado de comprometidas a combatir, más la veloz ocupación de los talibanes, la defectuosa evacuación del personal civil al servicio de las tropas, los atropellos del nuevo régimen a los derechos de las mujeres y las escasas consultas con sus aliados provocaron ácidas críticas.
Posteriormente, ocurrió la omisión de informar a Francia el acuerdo Aukus, con el Reino Unido y Australia, que apunta a proveer a esta última con la capacidad de convertirse en el séptimo Estado que contará con submarinos con propulsión nuclear de largo alcance; esto, para fortalecer la alianza destinada a frenar las aspiraciones territoriales de China. Australia tenía contratos con Francia por cerca de US$ 90.000 millones para la construcción de submarinos convencionales. La cancelación ofende el orgullo francés, representa un perjuicio económico para ese país y un golpe al Presidente Macron, pronto a anunciar su candidatura a la reelección el próximo año.
Enorme repercusión ha tenido luego la situación de los migrantes que logran escapar a la vigilancia mexicana para ingresar a territorio norteamericano. Declaraciones de Biden como candidato y Presidente, condenando la dureza de las medidas de Trump alentaron el largo viaje de esos aspirantes a refugio, algunos miles provenientes de Chile.
La instalación de un campamento ya en suelo norteamericano, poblado en su mayoría por haitianos; su captura y el inicio de un puente aéreo para llevarlos involuntariamente a Haití han sido motivo de condena incluso por parlamentarios demócratas. La renuncia pública del embajador designado en misión especial en Haití tras el asesinato del Presidente Moïse agravará las críticas. Estas alcanzan a la Vicepresidenta Kamala Harris, designada por Biden con el fin de lograr la cooperación de México y del triángulo norte de Centroamérica —Guatemala, El Salvador y Honduras— para disuadir las migraciones y los ingresos clandestinos a Estados Unidos.