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Editorial
Jueves 02 de septiembre de 2021
Desactivando la tormenta perfecta
"La política monetaria empieza a ajustarse a la nueva realidad de una economía con altos riesgos de recalentamiento".
No ameritan dos explicaciones las cifras reportadas durante esta semana: la actual situación económica de Chile es compleja y las proyecciones futuras son inciertas.
La conclusión puede sorprender, en función de los positivos titulares a propósito de los números agregados del INE en su último boletín de empleo. Por de pronto, en el trimestre mayo-julio la tasa de desempleo nacional alcanzó un 8,9%, una disminución de 4,2 puntos porcentuales en doce meses (más de 200 mil menos desocupados). Por otra parte, el número de ocupados aumentó en el mismo período un 15,2%, equivalente a más de un millón de nuevos trabajos, siendo los sectores de construcción y comercio los líderes de la expansión. Los datos ofrecerían, así, optimismo.
Sin embargo, cualquier interpretación debe reconocer, en primer lugar, la influencia de una baja base de comparación: en materia de empleo, 2020 fue un año para el olvido. Así, una perspectiva más objetiva nacería de comparar las cifras en relación con un período de mayor normalidad. Por ejemplo, de acuerdo con el INE, el número de ocupados en el trimestre móvil mayo-julio de 2019 superaba los 8,4 millones de personas. En la actualidad, no alcanzan los 8,15 millones. Del mismo modo, mientras el número de inactivos en 2019 era de 6,25 millones, en la actualidad son 6,97 millones. La conclusión es entonces clara: el mercado laboral está en 2021 en una peor posición que en 2019.
La precariedad queda también en evidencia cuando se analiza la dinámica reciente del empleo informal. Tal variable, particularmente sensible a programas públicos que impliquen transferencias incondicionales, ha visto un importante aumento en los últimos doce meses. En particular, si se analiza el referido 15,2% de crecimiento en el número de ocupados, se advierte que en su mayoría esos nuevos empleos corresponden a ocupados informales, los que de hecho crecieron en 38,9%. De este modo, más del 57% de todos los empleos generados desde el trimestre mayo-julio de 2020 han sido informales. Desde este ángulo, incluso las positivas cifras de creación de empleo deben ser estudiadas con particular cuidado. Por supuesto, la extensión del Ingreso Familiar de Emergencia acrecentará las dificultades para incrementar el número de ocupados formales.
Y frente a tales mediocres cifras, las novedades en torno a la inflación multiplican las dificultades para toda la población, pero particularmente para los hogares más vulnerables, toda vez que son aquellos que cuentan con las menores herramientas para solventar el impuesto inflacionario.
Así, la revisión al alza de la inflación estimada para 2021 que realizó el Banco Central en su último Informe de Política Monetaria es preocupante. Mientras en junio pasado la proyección de esta variable para el presente año era de 4,4%, en el último mes se elevó hasta un 5,7%, el nivel más alto para un año calendario desde 2008. A su vez, si bien la proyección a diciembre de 2022 es de 3,5%, ella está fuertemente influida por el supuesto de una caída en el crecimiento de los precios que se iniciaría no antes del próximo año. Tal condición, en función de las evidentes presiones político-electorales, no parece necesariamente asegurada. La discusión del erario público que se iniciará en las próximas semanas entregará luces al respecto. Sin contención presupuestaria, los riesgos de producir una espiral inflacionaria aumentan significativamente. Tal situación debería alertar a todo candidato a la Presidencia de la República.
Ante tal escenario, y haciendo alusión a la necesidad de evitar la acumulación de desequilibrios macroeconómicos, el consejo del Banco Central decidió aumentar la Tasa de Política Monetaria en 75 puntos base, llevándola al 1,5%. Desde un punto de vista técnico, la decisión parece adecuada. La política monetaria debe comenzar a ajustarse a la nueva realidad de una economía con altos riesgos de estar recalentándose debido a gigantescos esfuerzos fiscales que han sido complementados con los más de 50 mil millones de dólares drenados de los fondos de pensiones por la irresponsabilidad parlamentaria. De hecho, será interesante observar durante los próximos meses si, en función de los ajustes en las expectativas inflacionarias de los agentes y de la dinámica política, el aumento de la TPM llegó a tiempo para desactivar lo que parece configurarse como la tormenta perfecta.