Señor Director:

En su columna de ayer, René Cortázar afirma que el programa de Boric mantiene silencio respecto de la inversión y que incluye un “completo menú para ahuyentarlas”. Me gustaría contrastar sus miedos e imprecisiones con algo de evidencia y explicitar ciertas diferencias de fondo con el exministro.

Un debate sobre inversión y desarrollo debe partir por un diagnóstico basado en hechos, no solo en opiniones. Nuestro actual modelo de desarrollo está estancado hace más de una década, como ha demostrado la Comisión Nacional de Productividad. A su vez, nuestro modelo está socialmente quebrado; el estallido social de octubre del 2019 ha dejado claro que el grueso de la población exige un nuevo contrato, donde los derechos sociales estén garantizados. Y aunque tuviéramos dinamismo económico y cohesión social, no sería posible seguir haciendo lo mismo, dada la profunda crisis climática que vive el planeta. Según el Índice de Riesgo Climático Global 2019, Chile es uno de los países más afectados por la crisis climática, quedando en el lugar 16 entre 181 países. A lo anterior, se suman los efectos económicos de la pandemia y el retroceso en la participación femenina en el mundo del trabajo en 10 puntos porcentuales, develando la precariedad de la vida frente a un Estado que no ofrece protecciones sociales.

Creemos necesario distribuir poder, aumentar la recaudación fiscal, reducir las desigualdades y transitar hacia una economía compatible con los desafíos climáticos. Cada una de las medidas que contempla el programa de Gabriel Boric en esta dirección han sido implementadas de forma similar en distintos países desarrollados. El señor Cortázar puede revisar la experiencia en estos países y ver cómo los cambios, realizados cuando tenían un PIB más bajo que el chileno actual, fueron compatibles con altas tasas de inversión privada y pública, y con progreso económico generalizado.

La propuesta de Gabriel Boric comprende una batería robusta de medidas para aumentar la inversión pública y privada, que van desde la construcción de una red de infraestructura de agua potable rural, hasta la creación de un sistema nacional de cuidados, pasando por invertir en un nuevo ecosistema de innovación y por la creación de una banca de desarrollo.

Por supuesto, hacer todos estos cambios es una tarea política compleja. Por eso es tan importante mantener la disposición a dialogar y mejorar las propuestas. Pero si algo hemos aprendido del actual Gobierno es que la política del continuismo solo agudizará la crisis actual. Los cambios no pueden seguir esperando.

Nicolás Grau
Académico del Departamento de Economía de la Universidad de Chile