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Editorial
Jueves 05 de agosto de 2021
Debate en U. Constituyente
El discurso de esta coalición sigue sin expresar una identidad clara, distinta de la izquierda dura.
Yasna Provoste (DC), Paula Narváez (PS) y Carlos Maldonado (PR) protagonizaron el lunes un debate televisado de cara a la consulta ciudadana del 21 de agosto, donde se definirá al abanderado del conglomerado Unidad Constituyente.
La violencia en La Araucanía, el sistema de pensiones y la frustrada inscripción en primarias legales fueron algunos de los temas clave de un foro que mostró escasas diferencias entre las posturas en pugna, y que, con 9,6 puntos de rating, solo ocupó esa noche el tercer lugar de sintonía, muy lejos de lo que fueron los debates de Chile Vamos y Apruebo/Dignidad con ocasión de las pasadas primarias. Con todo, algunos rasgos del encuentro del lunes ameritan análisis.
Desde luego, los discursos de los tres postulantes evidenciaron una clara desafección con lo realizado por los gobiernos que sus propios partidos han integrado y conducido. La dura crítica de los tres al actual modelo de desarrollo no parece coherente con el hecho de que ha sido su sector político el que ha gobernado durante 24 de los últimos 31 años. Si un extranjero hubiera visto el debate sin tener los antecedentes de nuestra historia reciente, bien podría haber pensado que correspondía a candidatos que llevaban décadas en la oposición y excluidos de funciones de poder. Tal vez buscando matizar, en algún momento se fustigó “a la derecha que impidió los cambios” para explicar ese desafecto, sin hacerse cargo ni de los muchos acuerdos alcanzados en ese período ni de que varias de las políticas de las que ahora se toma distancia, como el Crédito con Aval del Estado (CAE), fueron ideadas y ejecutadas por iniciativa de los propios gobiernos concertacionistas. Ello, además, sin olvidar que la Presidenta Bachelet tuvo mayoría en ambas cámaras durante una parte de su primera administración y en todo su segundo gobierno.
Junto con esa crítica acerba, no fue menos sorprendente la escasa voluntad por destacar lo que han sido logros evidentes de las últimas tres décadas, donde la comparación de Chile con cualquier país de la región en cualquier índice, incluido el de desigualdad, muestra avances sustanciosos. La constante autoflagelación vuelve a mostrar a una centroizquierda empeñada en la demolición de su legado y de su propio domicilio político, sin advertir que tal renuncia, antes que favorecerla, puede traerle complejas consecuencias, incluso electorales.
Vinculada con lo anterior, es también llamativa la falta de diferenciación del discurso de los tres candidatos respecto de muchos de los planteamientos de los postulantes de izquierda en la última primaria. Ello hace difícil distinguir cuál es la actual identidad de la centroizquierda democrática y qué la diferencia del postulante ganador en el pacto Apruebo/Dignidad, Gabriel Boric. Es posible que, una vez escogido el candidato de Unidad Constituyente —y en la medida que se acerque la fecha de las elecciones— , esa diferenciación finalmente se exprese, pero hasta ahora no hay señales visibles de ello.