Señor Director:

He sostenido debates intensos en Twitter (sí, soy tolerante y paciente) a propósito del retorno a clases presenciales, discutiendo con quienes no valoran el soporte emocional que reciben los alumnos con su asistencia y su discutible progreso académico con las clases telemáticas.

Las habilidades sociales y el desarrollo emocional de niños y jóvenes no son valorados por algunos padres y apoderados (aparte de los bots) que se expresan mañosamente en las redes sociales.

Conviene tener presente que una de las mejores atletas estadounidenses, la gimnasta Simone Biles, debió renunciar a seguir compitiendo en los Juegos Olímpicos en Tokio. No pudo soportar la presión que la abrumaba por su favoritismo. La obligación de ganar, para alcanzar sus expectativas y las de sus seguidores, la derrumbó.

Ella no es emocionalmente débil. Al contrario, sus anteriores participaciones olímpicas en el más alto nivel han demostrado su fortaleza física, mental y emocional. Pero esta vez no la pudieron sostener.

A otros, sin su fortaleza, los pueden derrumbar pruebas menos duras de la vida diaria y social, y la falta del fortalecimiento emocional en la educación puede transformarlos en ciudadanos de cristal. Y el país no necesita más de ellos.

Edgardo Marín
Periodista