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Editorial
Martes 20 de julio de 2021
Partidos desconectados de los ciudadanos
Sin recuperar esa conexión y desarrollar el trabajo territorial aparejado, no serán reconocidos como canales válidos.
Los resultados de las primarias dejaron lecciones y antecedentes que seguramente tardarán semanas en analizarse de modo apropiado. Desde ya, sin embargo, ha quedado en evidencia, otra vez, la debilidad de los partidos políticos en el actual escenario. El fenómeno es preocupante, porque las democracias sólidas descansan finalmente sobre partidos fuertes.
Desde luego esa debilidad está a la base de que Unidad Constituyente no hubiera podido participar en estas primarias, pagando un costo que pone en duda su proyecto político. En el caso de Gabriel Boric, no se puede olvidar que logró conseguir las firmas para que su colectividad —Convergencia Social, de creación relativamente reciente— pudiera inscribirlo en la primaria al borde de los plazos y, sin embargo, pudo derrotar por un margen amplio a un partido histórico como el Comunista. Por cierto, el Frente Amplio está compuesto de distintos movimientos y colectividades, pero no dispone de estructuras territoriales comparables a las de los partidos tradicionales ni parece haber radicado allí la clave de su éxito. A su vez, en Chile Vamos, el único independiente de sus cuatro presidenciables concitó un apoyo mayoritario, dejando en evidencia la poca utilidad de los partidos en sus despliegues, efecto de una escasa conexión con la ciudadanía. Esta situación, que había quedado de manifiesto con claridad en la elección de convencionales, volvió a emerger el domingo.
Sin duda, los partidos tradicionales requieren hacer una autocrítica profunda, en particular por la magnitud abrumadora que alcanza la referida desconexión. Una dimensión de esta es la tendencia a seguir leyendo preponderantemente a su electorado conforme al clásico eje derecha/izquierda. Sería un despropósito desconocer la importancia que este eje sigue teniendo, pero la transformación económica, social y cultural que ha vivido el país ha reducido su influencia y han emergido, en cambio, nuevas dimensiones posiblemente independientes de él. Si estas siguen abordándose en clave exclusivamente ideológica, las tensiones entre la ciudadanía y los partidos seguramente no se resolverán. Algo de esta mirada tradicional se vio en la forma en que el PC y la UDI abordaron la primaria y explica parte de los resultados.
Sin un esfuerzo por recuperar conexión con las personas y desarrollar el trabajo territorial aparejado es muy difícil que los partidos puedan volver a ser reconocidos como canales válidos por la ciudadanía y es probable, en cambio, que otros actores los reemplacen. El problema de ello es que, en un escenario así, la democracia se vuelve menos deliberativa y puede tornarse incluso errática. La experiencia de países —incluidas naciones vecinas— donde los partidos han desaparecido o quedado muy debilitados es sintomática. En cambio, ahí donde hay democracias con un buen funcionamiento, los partidos son fuertes y están conectados con los ciudadanos. En Chile, los problemas vividos por los últimos gobiernos, a pesar de pertenecer a coaliciones distintas, confirmaron la necesidad de colectividades que efectivamente tengan la capacidad de ejercer una función mediadora. Si ello no ocurre, la figura presidencial se ve afectada y pierde la capacidad de convocar, indispensable para gobernar en un régimen presidencial.
La situación del actual oficialismo es en este sentido especialmente compleja, porque sus partidos no han logrado alcanzar mayoría en el Congreso, algo que le ha agregado aún más obstáculos a su gestión política. Hacia adelante, se torna de relevancia crítica la capacidad de construir mayorías parlamentarias o, al menos, lograr puentes con la oposición que permitan llevar adelante los aspectos más emblemáticos de una agenda. Ambas posibilidades requieren de flexibilidad y apertura a los asuntos emergentes, de las que esta coalición ha tendido a carecer. No es tarde para desarrollar estos atributos, lo que por cierto no significa renunciar a manifestar las convicciones que acompañan a este sector político en distintas latitudes y que son parte de su potencial éxito electoral.