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Editorial
Lunes 12 de julio de 2021
¿Estado plurinacional?
Los intentos de encapsulamiento parecen no tener mucho sentido para la población, tanto si pertenece a un pueblo originario como si no.
Según un estudio de opinión pública del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas, de marzo pasado, solo un 17 por ciento de la población residente en las comunas más grandes del país aspira a declarar a Chile como un Estado plurinacional. No hay diferencias de opinión entre la población no indígena y aquella que se identifica con los pueblos originarios o con el afrodescendiente. Por cierto, ello no significa que no respalden por una abrumadora mayoría el reconocimiento de los pueblos originarios. En efecto, un 96 por ciento está de acuerdo. Es solo que no creen que el camino pase por un Estado plurinacional. En cambio, un 53 por ciento valora un Estado multicultural e incluso un 28 por ciento respalda la idea de declarar un solo Estado-Nación. De nuevo, no hay diferencias entre no indígenas y los que se autoclasifican como tales.
La baja demanda por un Estado plurinacional quizás se pueda explicar acudiendo a una encuesta realizada por el Centro de Estudios Públicos en 2016. Ahí, un 75 por ciento de los mapuches se declaraba plenamente integrado a Chile y solo un 2 por ciento decía sentirse no integrado. Casi la misma proporción quería integrarse aún más y menos de un cuarto quería tener más autonomía. Ello no era obstáculo para que tanto la población mapuche como la no mapuche expresaran una alta valoración de la cultura originaria, pero también una comprensión de que esta es porosa y evoluciona junto con otras. No se aspiraba, en ese sentido, a una “fosilización” de las culturas de esos pueblos, algo que, por lo demás, es propio de personas libres e independientes. Precisamente por ello, la revalorización de una cultura no puede aspirar a simplemente reproducir un modo de vida propio del pasado.
Las personas, las instituciones y las culturas evolucionan, y es propio de la modernidad y del pluralismo la emergencia de traslapes e influencias recíprocas que enriquecen los distintos modos de vida. Por ello, los intentos por encapsular o “fijar” una cultura en la realidad actual no tienen mucho sentido para la población, tanto si esta pertenece a un pueblo originario como si no. Un Estado plurinacional puede, eventualmente, limitar las referidas interacciones. Tal vez por eso se lo considera con escepticismo. Las demandas de autonomía política y territorial que acompañan a dicho Estado pueden llevar, en efecto, a más “separación”, en lugar de la integración a la que parecen aspirar los pueblos originarios, y también a una forma única de “pertenecer” que no se condice con la pluralidad de experiencias que cada cultura ha generado y que, en lugar de debilitarla, la engrandece.