Columnistas
Sábado 10 de julio de 2021
La Convención
Felipe Schwember: "La razonabilidad de la nueva Constitución dependerá exclusivamente de la capacidad de autocontención de la izquierda".

Obviamente, toda esa composición de lugar refleja una cierta concepción de la democracia —sustantiva, asamblearia— diferente —y opuesta— a la democracia formal y representativa. Su ascenso corre paralelo a la reivindicación, al ensalzamiento, de lo particular, lo identitario y lo corporativo. También al resarcimiento de presuntas injusticias históricas.
¿Qué pueden hacer, por su parte, los constituyentes de derecha? Tienen poco margen, dada su modestísima representación. En este contexto, es seguramente un error pensar que el problema de la derecha es que no tiene relato, que no está abierta a los cambios y que le hace falta abrirse al diálogo. Si todo eso fue cierto en algún momento, ya no tiene importancia. Dado que carece de capacidad de negociación, la derecha tendrá oportunidad de dialogar con sus rivales políticos solo si ellos quieren sentarse a escucharla. Esto último, que sería una genuina expresión de espíritu democrático (el talante democrático se demuestra cuando uno es mayoría, no minoría), es muy improbable. Y lo es porque desde hace ya tiempo que la derecha es considerada por la izquierda dura —ahora hegemónica en ese sector— moralmente inhábil, tanto para gobernar como para participar del debate democrático. Lo más probable es que quienes aprobaron la declaración en favor de los presos prescindan simplemente de la derecha. Sin embargo, y por infructuoso que pueda ser, los constituyentes de Chile Vamos deben abogar por las ideas de su sector: Estado subsidiario y democracia representativa. Tarde o temprano, libradas a sí mismas, las pretensiones particulares, corporativas e identitarias entran en conflicto. La derecha al menos debe poder decir, en ese momento, que lo advirtió.
Con una derecha disminuida, la razonabilidad de la nueva Constitución dependerá exclusivamente de la capacidad de autocontención de la izquierda. No queda, por tanto, más que desearles suerte. Primero, por el país, pero luego, también, por ellos mismos, pues es de suponer que les sería muy difícil convivir con el hecho de que, habiendo tenido una oportunidad como esta, no fueran capaces de redactar una Constitución mejor que la que se escribió bajo el gobierno de Pinochet.
Felipe Schwember