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Editorial
Martes 06 de julio de 2021
Escenario de la centroizquierda
La indefinición en materia presidencial y la falta de articulación en la Convención vuelven a desdibujar a este sector.
Junto con el protagonismo de las fuerzas de la izquierda dura y, dentro de ellas, el rol articulador del Frente Amplio (FA), la instalación de la Convención Constitucional mostró también a una centroizquierda notoriamente disminuida. Ello no fue solo el resultado de su decepcionante desempeño en la elección de convencionistas, donde la Lista del Apruebo —integrada por los partidos de Unidad Constituyente— llegó en cuarto lugar, sino que además fue agudizado por la decisión de los constituyentes vinculados al Partido Socialista de actuar separadamente de quienes habían sido sus compañeros de nómina y sumarse —al menos al momento de elegir a la presidenta de la Convención— a la postura del FA. Es difícil anticipar si esta dinámica se seguirá proyectando conforme la discusión constitucional se encauce, pero por ahora no parece que quienes integraron la antigua Concertación vayan a poder jugar un papel demasiado relevante allí.
La situación encierra cierta paradoja, pues el mismo sector tuvo un buen desempeño en los comicios municipales y ganó la mayoría de las gobernaciones regionales, incluido el emblemático triunfo de Claudio Orrego en la Región Metropolitana. Pero si este último resultado pareció traer un nuevo aire, durante las últimas semanas, con el lanzamiento de la campaña para las primarias presidenciales, la centroizquierda ha vuelto a quedar opacada por los otros bloques. La existencia de debates televisivos, entrevistas individuales, campaña autorizada y franja política ha permitido alcanzar gran exposición a los dos candidatos del pacto Apruebo Dignidad, Gabriel Boric (FA) y Daniel Jadue (PC), y a los cuatro de Chile Vamos, Ignacio Briones (Evópoli), Mario Desbordes (RN), Joaquín Lavín (UDI) y Sebastián Sichel (independiente). El gran ausente ha sido precisamente Unidad Constituyente, que quedó al margen de este proceso tras el bochorno vivido el día de las inscripciones, cuando el PS, el PPD y Nuevo Trato intentaron un pacto con la izquierda dura, operación finalmente frustrada. Pudo parecer que las heridas que ese episodio abrió con la DC cerrarían con prontitud, pero hoy las relaciones en la centroizquierda continúan tensas y la reconstitución del sector se dilata.
Determinante en esas fricciones ha sido el tema presidencial. No será fácil, al parecer, dilucidar la candidatura de Unidad Constituyente. El plazo se acorta más y diversas encuestas muestran una sola carta competitiva (Yasna Provoste, de la DC), y dos candidaturas con escasa adhesión (Carlos Maldonado, del PR, y Paula Narváez, del PS). Ante ello, algunas voces plantean que debe primar el pragmatismo y forzar la renuncia de los dos últimos en favor de Provoste, haciendo un símil con lo ocurrido en 2005, cuando Soledad Alvear se restó de competir con Michelle Bachelet. Otros, en cambio, sostienen la necesidad de acordar una primaria “convencional”. Cualquiera de las dos fórmulas supone costos. En la política actual, la participación aparece como un factor fundamental y la ciudadanía tiende a castigar lo que percibe como decisiones cupulares. Con todo, una primaria convencional, sin franja televisiva ni con las ventajas de una campaña en el marco legal, y sin contar tampoco con la infraestructura del Servicio Electoral, podría terminar convocando a un número muy reducido de votantes, en comparación con los que probablemente participen en las primarias de la centroderecha y de la izquierda. De ocurrir esto, la postulación de Unidad Constituyente partiría en desventaja la campaña para las elecciones de noviembre próximo.
Aún más compleja puede terminar siendo, sin embargo, la prolongación del actual estado de indefinición, con Narváez y Maldonado pidiendo zanjar el tema vía primarias, y Provoste dilatando incluso la decisión de ser candidata. Al parecer, los cercanos a la senadora DC estiman que esa es la mejor forma de capitalizar el buen perfilamiento que ella ha logrado como presidenta de la Cámara Alta y que la evidencia de las encuestas terminará con las resistencias del resto de la centroizquierda. El punto es que esa estrategia empieza a generar irritación en una parte del PS, que teme que, de no zanjarse el tema vía primarias, muchos de sus votantes, molestos, miren hacia el Frente Amplio, más aún si Boric llega a ganar su primaria con Jadue. Mientras, el espacio de la centroizquierda aparece hoy abandonado. Las propuestas de los candidatos del FA y el PC no solo se han alejado completamente del centro, sino que en el caso de Daniel Jadue sus planteamientos en materias como la libertad de expresión se enmarcan en una tradición comunista de dudosa vocación democrática.
Cualquiera sea la fórmula escogida, los partidos de Unidad Constituyente debieran acelerar sus definiciones y, lo más importante, su propuesta al país, de forma de brindarles a los electores de centro y centroizquierda una posibilidad electoral que conecte con los valores democráticos propios de ese sector y que rescate las buenas experiencias de gobiernos en el mundo que hoy tienen tal sensibilidad.