Tras una extensa y compleja jornada, se instaló la Convención Constituyente, confirmándose la tónica que arrastra el debate público desde las elecciones de mayo pasado: un natural silencio en los sectores derrotados, frente al protagonismo de los triunfadores.
En términos de los proyectos país que están en juego —llamémoslos refundación y reformismo—, se escucha con más volumen una refundación que le da un mayor protagonismo e incluso hegemonía al Estado en diversas dimensiones económicas, sociales y culturales, en detrimento de la empresa y la sociedad civil; y a unos —todavía etéreos— mecanismos de democracia directa en detrimento de las actuales instituciones de la democracia representativa.
Y, salvo en algunos precandidatos presidenciales, el silencio reina entre quienes abogamos por un reformismo gradual y decidido, que entiende el rol fundamental de la sociedad civil y la empresa en colaboración con el Estado, y que propone una democracia con más participación y transparencia, pero que no prescinde de su condición de representativa ni de la separación de poderes de las instituciones del Estado.
Quienes creemos en el proyecto reformista y no participamos de la arena política debemos más que nunca activarnos en la esfera de lo público —recordando que no es un monopolio de los integrantes de espacios institucionales, como la Convención— para colaborar a que la melodía reformista se escuche con más intensidad que la refundacional. No debemos volver a esa clásica y cómoda actitud de esconder la cabeza y delegar en otros —centros de pensamiento o candidatos salvadores— nuestro rol en lo público. ¿Qué podemos y debemos hacer?
Desde nuestra condición de ciudadanos participantes en los próximos procesos electorales, debemos optar, con más convicción que cálculo, por proyectos colectivos que asuman como método de acción política un reformismo decidido, inspirado en ideas nítidas y diferenciadoras, que, a través de un trabajo sistemático, transparente y territorial, se logren reconectar con los dolores, temores y sueños de las chilenas y chilenos. No es casual que los derrotados en la elección de constituyentes lleven años ejerciendo la política de otra forma: ya sea estirando, con inmovilismo, el elástico del actual marco institucional; camuflándose bajo ideas ajenas, renegando de la historia propia, o bien optando solo por el pragmatismo y la gestión.
En la empresa, por su parte, debemos propiciar espacios de conversación, abiertos y horizontales, para dialogar sobre la Constitución y sobre las bases normativas que necesita el sector productivo para prosperar con mayores grados de legitimidad. También debemos profundizar la evolución en el hacer y ser empresa, para que en el nuevo ciclo que se inicia, extienda su perímetro de acción hacia proyectos colaborativos que ayuden a enfrentar los muchos desafíos sociales y medioambientales que enfrentamos como sociedad: empleabilidad de mujeres y jóvenes, el déficit de vivienda, la carbono neutralidad, la economía circular, entre tantos otros que demandan de capacidades empresariales.
Finalmente, debemos colaborar a llenar ese espacio vacío, propio de los grupos intermedios, que media entre la academia y los centros de pensamiento, por un lado, y la opinión pública y los partidos políticos, por el otro, apoyando innovaciones y nuevos emprendimientos en la esfera de lo público, como “Do Tanks”, “Policy Labs” y “Advocacy Coalitions”. Tengo la convicción de que entre el método puramente tecnocrático y analítico y el método populista (soluciones simples a problemas complejos) hay un enorme espacio para una acción sistemática e innovadora que permita darles viabilidad política y social a soluciones eficaces a problemas complejos largamente postergados.
En definitiva, creo que los tiempos actuales demandan más convicción, intuición y acción que cálculo, encuestas y renuncias. Y, sobre todo, humildad y escucha para entender la importancia de los procesos, en cuanto a su ritualidad, simbolismo y ese “sentirse parte de” que los chilenos demandan. Carmen Gloria Valladares, con su temple en la ceremonia de instalación de la Convención, nos entregó un excelente ejemplo.
Bernardo Larraín
Empresario