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Lunes 21 de junio de 2021
Lula se acerca a Cardoso y busca formar una alianza de base ancha contra Bolsonaro
El líder del izquierdista PT intercambia gestos con el exmandatario del PSDB, su rival histórico, y prepara el terreno para intentar retomar el centro político.
Son el yin y el yang de la política brasileña de las últimas tres décadas. El antagonismo entre los expresidentes Lula da Silva (2003-2011) y Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) tiene tintes legendarios: aunque combatieron juntos contra la última dictadura militar, el líder del Partido de los Trabajadores (PT) sufrió dos durísimas derrotas electorales (1994 y 1998) ante el influyente dirigente del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), y desde entonces han apoyado a campos opuestos en cada elección que se ha realizado en el país y se han enfrentado en tensas disputas como el impeachment que sacó del poder a Dilma Rousseff. Aunque sin duda se respetan el uno al otro, el exsindicalista izquierdista y el sociólogo centroderechista mantienen una rivalidad histórica que solo en contadas ocasiones ha dado tregua.
Por eso llamó tanto la atención la camaradería cívica, e incluso complicidad política, que mostraron ambos en un reciente almuerzo al que fueron invitados por Nelson Jobim, quien fuera ministro de Defensa de Lula y titular de Justicia de Cardoso. “Mucha democracia en el menú“, señaló una foto compartida en las redes sociales en la que los exmandatarios chocan manos. “Los expresidentes tuvieron una larga conversación sobre Brasil, la democracia y la negligencia del gobierno de Jair Bolsonaro en el enfrentamiento de la pandemia”, se informó sobre el encuentro, que pareciera ser más que un gesto puntual, ya que desde entonces ambos dirigentes han continuado enviando comunicados conjuntos para expresar su posición común sobre distintos hechos nacionales.
La principal especulación es que solo un enemigo común, Bolsonaro, pudo unirlos. Y que Cardoso está preparando el terreno para que también su partido esté dispuesto a dar el salto en los comicios presidenciales de 2022 y respalde a una versión moderada de Lula en una hipotética —y según los sondeos, muy probable— segunda vuelta contra el actual Presidente de derecha nacionalista.
“No sé si (Lula) representa el futuro de Brasil, pero Bolsonaro representa un futuro que no me entusiasma. Si no hay una tercera vía, estoy con Lula”, ha defendido Cardoso, considerado el padre de la estabilización económica de Brasil gracias al Plan Real de 1994. Aunque el expresidente ha insistido en que el PSDB debe llevar un aspirante propio el próximo año, a quien apoyará, ha dicho que no volverá a cometer el mismo error de 2018, cuando se abstuvo de respaldar a algún candidato en el balotaje entre el exalcalde petista Fernando Haddad —delfín de Lula— y Bolsonaro: “No le tengo miedo al PT. Quien no tiene perro, caza con un gato”, ilustró.
Y Lula, que enfatizó que la suya siempre fue una “disputa civilizada” con Cardoso, le devolvió el gesto: “Me alegra que dijera que votaría por mí, yo haría lo mismo si fuera al revés”.
Bolsonaro no se quedó callado frente a este nuevo eje Lula-Bolsonaro. “Hablando de política, para el año que viene ya hay una fórmula presidencial formada: un ladrón candidato a Presidente y un delincuente como vice”, ironizó al mandatario, que ya en 1999 se enfrentó con el dirigente del PSDB al afirmar que la dictadura tendría que haber “matado a unas 30.000 personas, empezando por el Presidente FHC”.
“El encuentro entre Cardoso y Lula es importante para la democracia brasileña porque demuestra que sí es posible tener adversarios políticos sin convertirlos en enemigos a eliminar. Así actúa Bolsonaro políticamente. Si Cardoso y Lula representan los dos polos tradicionales de derecha e izquierda en el sistema político brasileño, se encuentran en la defensa de la democracia en un contexto en el que la amenaza autoritaria de Bolsonaro nos rodea constantemente”, señala Talita Tanscheit, profesora en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad Federal de Río de Janeiro. “Pero no me parece más que una reunión de amistad cívica. Lula y Cardoso se oponen a Bolsonaro por diferentes motivos, y también tienen diferentes proyectos políticos de país, no en vano el PT y PSDB polarizaron las elecciones en Brasil durante 24 años. En 2022, el PT tendrá su candidato, que parece ser Lula, y el PSDB tendrá el suyo. Lo importante es que se hagan acuerdos mínimos”, agrega.
Lula recuperó sus derechos políticos luego que el Tribunal Supremo anulara las condenas por corrupción en su contra —una de las cuales lo llevó a la cárcel por 18 meses entre 2018 y 2019—, y ha sido claro en señalar que evalúa postularse para evitar la reelección de “un fascista llamado Bolsonaro”. “Si soy el mejor colocado para ganar y estoy con buena salud, entonces sí, no lo dudaré“, admitió el expresidente de 75 años.
Desde entonces, Lula ha hecho lo que mejor sabe hacer: conversar y negociar. Estuvo hace poco de gira por Brasilia, donde conversó con políticos de todo el arco partidista, menos el sector bolsonarista, en una apuesta por armar una posible alianza de ancha base. Medios locales señalan que también se ha acercado a hablar con líderes de iglesias evangélicas e incluso ya hay apuestas sobre los nombres de empresarios que baraja como posibles candidatos a vicepresidente.
“Lula busca articular una coalición amplia con la centroizquierda, el centro e incluso la centroderecha. Él se dio cuenta de que en las elecciones de 2022 el bolsonarismo será el petismo de 2018; es decir, los partidos y candidatos serán juzgados por estar a favor o en contra de Bolsonaro”, dice el politólogo Geraldo Monteiro, coordinador del Centro Brasileño de Estudios y Encuestas sobre la Democracia. “El encuentro entre Lula y Cardoso es el punto de partida de esta articulación anti-bolsonarista”.
La idea sería sacar al PT de la izquierda más dura de los últimos años y retornar al centro político con el que ganó por primera vez las elecciones en 2002, cuando decía que “Lulita quiere paz y amor” y firmaba compromisos de continuidad macroeconómica para calmar a los inversionistas. Monteiro remarca que el PT “fue empujado hacia la izquierda” por la polarización por el juicio político contra Rousseff, la crisis económica y los casos de corrupción, pero ahora Lula querría dar marcha atrás: “Hoy se trata de hacer que el PT vuelva a la centroizquierda”.
Para George Avelino, coordinador del Centro de Política y Economía del Sector Público de la Fundación Getulio Vargas, la intención de los exmandatarios va más allá de los nombres propios. “Creo que el encuentro de Lula con Cardoso representa la comprensión de los dos políticos del momento actual. Ante la amenaza de un retroceso democrático que plantea el bolsonarismo, entienden que es necesario organizar un amplio frente democrático que apoye una candidatura opositora al actual gobierno durante la campaña electoral, su toma de posesión e incluso su gobernabilidad futura”, señala. “En ese marco, Lula busca expandir su apoyo electoral más allá de quienes lo apoyaron en comicios anteriores. En este momento, esto no tiene por qué significar apoyo electoral, sino la apertura de un canal de diálogo que permita que este apoyo se produzca posteriormente”.
No será tarea sencilla. El propio PSDB —que en las elecciones de 2018 tuvo uno de sus peores resultados con Geraldo Alckmin— tiene varias figuras a las que les gustaría tomar el liderazgo antibolsonarista, como los gobernadores de São Paulo, João Doria, y el de Río Grande do Sul, Eduardo Leite. En la centroizquierda también está el nombre de Ciro Gomes, del Partido Demócrata Laborista (PDT).
Pero ninguno logra opacar a Lula en las encuestas; según el último sondeo de Datafolha, el expresidente ganaría con 41% en la primera vuelta y en el balotaje obtendría 55% de los votos frente a 32% de Bolsonaro.
“En la medida en que hay dos candidatos fuertes, la ley de Duverger, una de las pocas leyes de la ciencia política, apunta al cierre del mercado político, lo que dificulta que una tercera candidatura sea viable electoralmente”, señala Avelino.