Señor Director:

Agradezco el espacio que este medio ha otorgado para discutir con altura de miras acerca del retorno a clases, dado que desde un enriquecedor debate se pueden obtener distintas miradas y desde ellas construir una mejor solución. Ayer, el periodista Jonás Preller alertó sobre el peligro que existe al equiparar la solución a la que puede acceder un colegio particular con la de la educación pública, sosteniendo que las condiciones de estos últimos generan un peligro sanitario para los alumnos y sus familias.

Yo soy profesora, hoy trabajo en un colegio particular, pero en el pasado lo fui también en uno subvencionado. Conozco las dos realidades y sé de sus grandes diferencias. Hoy hay muchos establecimientos educacionales cerrados porque sus comunas están en cuarentena, pero también hay otros que, pudiendo abrir, se mantienen cerrados. Son miles de niños que llevan 15 meses sin clases presenciales; muchos no han podido aprender a leer, a relacionarse con sus pares, han aumentado en ellos los síntomas ansiosos y depresivos. ¿Cuál es la solución?, ¿dejar que los niños pierdan un segundo o más años de clases?, ¿que siga aumentando la deserción escolar? Una opción es quedarnos ahí; la otra es buscar soluciones.

¿Por qué no mirar la experiencia del 18,4% de los colegios municipales que sí abrió cuando pudo?, ¿por qué no mirar la experiencia de los colegios privados que sí lo han hecho?

No todos los colegios particulares tienen 25 alumnos por sala, como menciona Jonás Preller en su carta. En esos casos, por ejemplo, se ha optado por hacer turnos: un grupo de alumnos asiste una semana, y el otro asiste a la siguiente. Mi experiencia es que los protocolos funcionan, los contagios han sido detectados y casi no ha habido brotes (2,25%). Los niños han estado seguros.

Hay que hacer un esfuerzo por buscar una solución, pues el efecto en los niños es muy grave.

Teresa Lagos
Profesora