Señor Director:

El estrecho triunfo de Orrego quizás nos indica que se rebarajó el escenario político. Dos grandes grupos políticos aparecen en el horizonte: los demócratas reformistas (desde los Republicanos al PS) y los revolucionarios de dudosas credenciales democráticas (Revolución Democrática, Frente Amplio, Lista del Pueblo y el PC), defensores del modelo cubano y venezolano.

Si estos dos grupos políticos se consolidan en las próximas elecciones, necesitamos un sistema electoral que provea los incentivos para que siempre gane una elección el grupo mayoritario.

Es demasiado importante lo que está en juego. Ya no podemos darnos el lujo de que la división entre temas importantes pero superables pueda significar el triunfo de un adversario que quiere destruir las bases del sistema democrático. Por eso sugiero reflexionar en las ventajas de un sistema electoral con segunda vuelta para todas las elecciones: presidenciales y gobernadores regionales, donde ya existe, sumándolo a la elección de alcaldes, parlamentarios y quizás otras, donde se estime necesario que exista.

La enorme distancia ideológica que estamos presenciando hoy exige una segunda vuelta siempre. Es demasiado importante lo que está en juego. Yo voté muy confiado por Orrego en la elección del domingo pasado, aunque él no pertenece a mi coalición ni coincidimos en muchos aspectos, sobre todo en la visión del pasado. Y estoy seguro de que en el futuro votaría por un Escalona o Narváez si la alternativa fuera Jadue, así como lo harán muchos votantes de centroizquierda por Lavín si la alternativa es comunismo o democracia.

La nueva configuración de fuerzas políticas exige las reformas al sistema electoral que nos garanticen que siempre gobernará la mayoría en las cosas importantes. Ya no hay espacio para dividirnos cuando está en juego la libertad, la defensa del sistema democrático y el rechazo claro y categórico a la violencia.

Julio Dittborn C.