CLAUDIO HERRERA

Reacción atómica de la Roja.

Argentina, el cuco por más de un siglo en torneos sudamericanos, se puso arriba en el marcador con una genialidad de Lionel Messi. Un partido muy demandante en lo físico, esquivo en el trámite, tenía a la selección chilena acorralada, sin aire, pero ahí, cuando los temerosos dudan, este colectivo saca el zarpazo y se va encima, a pelear con furia y una cuota estimable de fútbol.

Esta vez le alcanzó en Río de Janeiro, con un acierto de Eduardo Vargas, que se desprendió de una tonelada de miedos y dudas, después de 11 partidos sin festejos. Chile, con músculo en la adversidad, da una muestra de suficiencia, hacia dentro y también al continente, porque sacó adelante un partido arisco, bravo, con todos los atajos bloqueados y sin faroles para avanzar en la bruma.

Pero Chile tiene generadores propios. Ahí apareció otra vez Arturo Vidal, con una versión menguada en lo físico, pero no menos influyente; la sabiduría de Charles Aránguiz para jugar el partido que más le conviene al equipo, el crecimiento de Erick Pulgar, y la seguridad cada vez más gigante que otorga Claudio Bravo para cuidar la caja fuerte. Y todo el resto atrás, trabajando como hormiga.

La etapa inicial fue espesa. Argentina mejor con la pelota parecía que volaba en las transiciones y el equipo de Martín Lasarte no cortaba el juego. Había un surco a espaldas del “King” que Chile padecía y Lo Celso se daba un festín. Nicolás González lanzó dos disparos de gol que tuvieron gran respuesta de Bravo, hasta que Messi logró la perfección en un tiro libre frontal desde 24 metros. El rosarino, con precisión de relojero, hizo pasar el balón por el tercer hombre de la barrera (su amigo Vidal) y clavó el 1-0.

El descanso fue un brote de estrategia para la Roja. Salió reseteada, adelantó líneas y empezó a articular juego. Argentina, al igual que en Santiago del Estero, vio venir la reacción y esta vez dio un paso atrás, para subir el muro. Pero el combinado nacional no se amilanó, saltó la cerca y se metió hasta la cocina del coloso sudamericano.

La acción más prolífica salió de un pase letal de Erick Pulgar que puso a Vargas frente al meta Emiliano Martínez, que ganó el mano a mano a “Turboman” y en el rebote Nicolás Tagliafico partió en dos a Vidal. Penal, con consulta previa al VAR. Lanzó “Celia”, manoteó el arquero argentino, balón al travesaño y Vargas metió la cabeza para terminar su sequía goleadora.

Ahí se desconfiguró Argentina, dejó de ser un equipo corto y perdió la pelota. Demoró en rearmarse, Scaloni metió cambios en el corazón de la estructura (salió Paredes y el zurdo Lo Celso), navegó a la deriva un rato hasta que Messi mostró la brújula: metió un zurdazo de gol (71') que desvió Bravo, demasiado influyente en el resultado, y luego dejó a González solo frente al arco, pero el jugador del Stuttgart elevó de cabeza.

Chile buscó piernas nuevas y refrescó con varios ingresos. Nadie desentonó: alentador lo de Ben Brereton, con movimientos propios de un jugador que compite en la Championship, y confiable Tomás Alarcón en la refriega. Sobre el final hubo que sufrir una cuota extra, pero Guillermo Maripán intervino con aplomo y mejoró su nota. Malas decisiones en un par de contragolpes impidieron una proeza mayor. Aránguiz y Pulgar, muy claros, entendieron que ya era hora de firmar el punto y fueron garantes de un repliegue atinado.

Chile no se quiebra. Ni con Messi al frente. Vale el punto. Rebeldía y oxígeno para un equipo que madura nuevos liderazgos y arrima peones.