Señor Director:

Difícil expresar la impotencia que uno siente al llegar a su propio país y ser tratado como si uno fuera el mismo covid-19.

El paso por el aeropuerto Arturo Merino Benítez consiste en presentar la declaración jurada, que incluye un PCR negativo, pero después uno se dirige nuevamente a hacerse otro examen PCR en el aeropuerto; otra espera más. Al terminar, uno se encuentra con dos controles adicionales, donde se deben presentar los papeles, y recién ahí uno llega a seguridad.

Tras pasar por la rutinaria llegada a Chile, nos encontramos nuevamente con otra espera; el bus que se dirige hacia el hotel de tránsito, obligación después de un viaje y que significa otro PCR después de cinco días. La espera del bus para llegar al hotel puede ser de una hora, si es que se tiene suerte, debido a la lentitud e ineficiencia del sistema.

Difícil es entender el porqué del hotel de tránsito si uno ya llega al país con un PCR negativo, e incluso a estas alturas vacunados, llevando a creer que simplemente es una táctica del Gobierno para ayudar a la industria hotelera, pero en realidad el que la ayuda es uno, ya que uno paga el hotel de tránsito.

La impotencia aumenta cuando uno comienza a comparar cómo está el país del cual llegó, en mi caso Estados Unidos, donde hay vida normal, y aun así estando vacunada, el trato y la falta de criterio en Santiago simplemente superan cualquier tipo de respeto hacia el pasajero.

Me gustaría saber ¿por qué tres PCR en una semana para los viajeros estando vacunados, cuarentenas en hoteles de tránsito, pero el ir a votar, donde la posibilidad de contagio es tanto más alta, no es problema? ¿Acaso no le creen al PCR?

No me cuadra la lógica del país; castigar a los viajeros. Pero al mirar para afuera y ver que la gente no respeta el toque de queda, todo me hace sentido: el país funciona al revés y la autoridad no logra darse cuenta de que esta pandemia es una hormiga al lado de todos los otros problemas que van quedando para adelante.

Isidora Ruiz De Gamboa A.