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Editorial
Viernes 04 de junio de 2021
Olvido del crecimiento
Cuando más requiere Chile crecer, es cuando menos presente está el tema en la discusión pública. La cuenta presidencial lo confirma.
El significativo Imacec de abril, que registró un crecimiento del 14,1% respecto del mismo mes del año anterior (12% desestacionalizado), representa una buena noticia para la economía. Destaca en esa cifra el comercio, con una variación del 33,1% en doce meses. Por su parte, los servicios crecieron 16,3%, básicamente por la mayor actividad en sectores como la salud y la educación; por su importancia relativa, esta variación explica más del 50% del cambio en el Imacec. En función de estas cifras, se han comenzado a revisar al alza las estimaciones de crecimiento agregado para 2021. En su último Informe de Política Monetaria, el Banco Central lo proyectaba en el rango de 6% a 7%. Ahora el mercado parece moverse incluso por encima de ello. Sin embargo, las razones de este mayor dinamismo demandan atención.
Desde luego, dos factores emergen como principales fuerzas que explican la mayor actividad económica de los últimos meses. Ninguno, sin embargo, está conectado con cambios estructurales que hagan imaginable un mayor crecimiento de largo plazo, el que sigue estimándose por debajo del 2,5%.
El primer factor es el inmenso caudal de recursos públicos que ha sido inyectado a la economía nacional y que continuará durante los próximos meses. De acuerdo con la última cuenta pública presidencial, más de US$ 20.000 millones han sido destinados a este propósito. Por de pronto, ello puede explicar el mayor dinamismo en el comercio, hecho que continuamente se verifica por los altos niveles de visitas que se observan en los distintos centros comerciales del país. El tercer retiro de los fondos previsionales y los rezagos de los dos anteriores tienen un efecto similar, activando la demanda por bienes y servicios, pero sin reparar en los inmensos costos de largo plazo que significará el relajamiento del gasto y la evaporación de los ahorros previsionales. De hecho, la presentación ayer de un proyecto para permitir ahora el retiro del 100% de los fondos solo confirma la completa instalación de una lógica signada por el inmediatismo y la irresponsabilidad
El segundo factor explicativo —y que obliga a moderar cualquier euforia— es la base de comparación que explica el reciente 14,1%: en abril de 2020, en particular, la variación del Imacec en doce meses había sido de -15,3%. Así, al calcular el indicador de este año respecto de abril del 2019, se obtiene una variación de -1,7%. Como ocurrió ahora, las bajas bases de comparación de 2020 seguirán impulsando notables aumentos en el indicador, pero esto no puede traer tranquilidad, en un contexto de ya larga sequía de ideas y planteamientos que apunten a activar la economía más allá de un aumento extraordinario del gasto. Este es un camino riesgoso y que tiene el potencial de perpetuar el subdesarrollo.
En este sentido, el mensaje presidencial del martes ilustra un preocupante cambio en el relato político. La expresidenta Bachelet mencionó la palabra “crecimiento” en 23 oportunidades en su cuenta pública de 2014; 18 veces en 2015; 10 veces en 2016, y 9 veces en 2017. Asimismo, en sus dos primeros discursos de este período, el Presidente Piñera utilizó el término 9 (2018) y 11 (2019) veces, respectivamente. En 2021, en tanto, “crecimiento” fue mencionada por el mandatario solo en tres ocasiones. La tendencia es consistente con un debate público que ha dejado en completo segundo plano los argumentos económicos que apunten a lograr un progreso sostenido. La paradoja es preocupante: cuando más requiere Chile del crecimiento, es cuando menos presente está en la discusión pública.
En efecto, aunque las cifras parecen indicar que el país crecerá cerca de un 7% durante 2021, se trata apenas del mínimo necesario para mantener la economía a flote en un período de dos años. Cabe al respecto considerar el siguiente cálculo: si el nivel real del PIB de 2019 lo indexamos a 100, una caída anual de 5,8% (la variación del año pasado) lo dejaría en un nivel de 94,2 en 2020. Entonces, crecer 7% desde esa base implica agregar 6,6 unidades al PIB, por lo que en 2021 este alcanzaría solo a 100,8. En dos años esto implica un crecimiento real de apenas 0,79%. De este modo también, Chile debe crecer al menos un 6,2% este año para simplemente dejar el PIB real de 2021 en los niveles de 2019. El Estado puede asegurar este transitorio resultado, pero, sin un plan de largo plazo y con una transversal e irresponsable inclinación política por aumentar permanentemente el gasto —lo que de paso torna inevitables las alzas de impuestos—, las expectativas de crecimiento de largo plazo tendrán que seguir esperando.