Señor Director:

Está muy bien que los convencionales constituyentes hayamos empezado a conocernos y a conversar unos con otros, y ojalá la primera jornada que celebre la Convención pudiera ser un muy largo café, distendido, cordial, en el que todos nos presentáramos a los demás. Antes que convencionales somos personas con alguna biografía que compartir.

Si está muy bien reconocer o construir desde ya afinidades entre los convencionales, y ello de la manera más transversal posible, no lo está pensar en formar bancadas, o sea, minicuerpos compactos, cerrados sobre sí mismos y dotados de jefatura reconocida. A algunos podrá sonar cándido y a otros presuntuoso, pero ¿no deberíamos aspirar todos los convencionales constituyentes a comportarnos como si fuéramos la bancada de Chile, del Chile bien diverso que somos, la bancada de la república que espera de nosotros una nueva Constitución y no la réplica tediosa y ya intolerable de las divisiones, cuñas, estridencias, rencillas, chismorreos y destemplanzas internas de un Congreso Nacional cuyo prestigio se ha visto gravemente afectado por prácticas como esas?

Perdonen lo manido de la comparación, pero si a todos nos resulta muy fácil sentirnos parte de un mismo país cuando la Selección Nacional de Fútbol entra a la cancha, ¿por qué no intentar lo mismo, o cuando menos algo parecido, cuando de lo que se trata es de estudiar, debatir, acordar y proponer una nueva Constitución para el país, algo ciertamente bastante más complicado que un partido de fútbol, pero, a la vez, mucho más importante y perdurable que eso?

Agustín Squella