Ninguna elección en los últimos 50 años ha generado tanto desconcierto. Para muchos, representa una poderosa señal de esperanza, un nuevo amanecer. Para otros, es la profundización de sus miedos, el comienzo de una larga noche negra. Y quizás una parte importante de los chilenos se mueve entre una sensación y otra, dependiendo de con quién hable y qué noticias vea, bajo un cielo de claroscuros.
¿Por qué nos sorprendimos? Prácticamente nadie anticipó el resultado, pero las señales estaban ahí. La animadversión en contra de los políticos viene exacerbándose desde hace una década. Ellos entienden el problema como falta de representatividad, y buscan la solución en cambios al sistema político y electoral. La ciudadanía lo entiende como indolencia y abusos, y su solución es no más políticos. Si 79% votó por una convención sin políticos, ¿por qué extrañarse entonces de que los independientes lograran más de un tercio de los cupos?
Mirando más a fondo esas corrientes subterráneas que no se ven, pero que explican una buena parte del movimiento de las aguas en la superficie, hace rato que estamos viviendo un cambio social de proporciones, a nivel global, del que la política en Chile no da cuenta. Cambia la sociedad, pero los partidos políticos siguen en lo mismo, y algo similar cabría decir también de muchas empresas. Cuando escuchamos expresiones como equidad, dignidad, solidaridad, inclusión, diversidad, meritocracia, autonomía, feminismo, sustentabilidad o respeto, estamos ante los valores del mundo que emerge, de la mano de una nueva generación, por cierto, como en todo cambio social.
Pero cómo se explica la muy buena votación del Frente Amplio, se preguntará usted, cuando en los últimos años sus dirigentes parecían haber caído en los mismos vicios de los demás partidos. Pese a los errores cometidos, su discurso de renovación profunda sigue siendo creíble, en línea con esos valores emergentes, y la mayor parte de sus candidatos los encarna: jóvenes, soñadores, libres de ataduras, comprometidos con sus convicciones.
¿Y el resultado del Partido Comunista? Parece ser que el más conservador de todos los partidos también se ha renovado, no en su ideología y métodos, pero sí en sus rostros, la gran mayoría mujeres jóvenes. Y también en el uso de la tecnología, porque no existe otra colectividad política en el país que entienda y use mejor el marketing digital.
Entendiendo lo que ha ocurrido como parte de un proceso, que hoy llega a un punto de inflexión cuando quienes habían ido ganando poder informal pasan a detentar el poder formal, ¿qué se puede anticipar para el futuro?
Si usted está viendo un amanecer, tiene hechos que lo apoyan. Si está viendo un anochecer, también. El anhelo por un Chile más justo, digno, diverso e inclusivo que se instala con fuerza a través del discurso de la mayoría de los constituyentes, y también de gobernadores y nuevos alcaldes, hace abrigar esperanzas. Las proclamas de exclusión de quienes piensan distinto y de aplicar recetas fracasadas del pasado, expresadas por no pocos, alimentan los temores.
La diversidad de la Convención Constituyente y el que ninguna fuerza tenga poder de veto es un signo positivo; pero es una señal negativa el que algunos quieran zanjar las diferencias a través de sucesivos plebiscitos, negándose a buscar consensos amplios. Es bueno que haya partidos y grupos de independientes, porque eso facilita la gobernabilidad de la Convención; pero es malo que algunos declaren que actuarán en bloque, porque eso niega la diversidad. Que ningún constituyente pueda postular a un cargo de elección popular hasta después de un año ayuda a centrar la discusión en el bienestar del país; pero la excesiva permeabilidad que algunos puedan tener a las redes sociales lleva a pensar que los egos y el populismo serán un factor influyente.
Más allá de lo que pase en la Convención, el futuro del país también estará determinado por el actuar de alcaldes, gobernadores y, sin duda, por el resultado de las próximas elecciones parlamentarias y presidenciales, todo lo cual influirá de vuelta en la discusión constitucional. Resulta alentador escuchar a los políticos esa noche de domingo hablando desde la humildad y la voluntad de buscar grandes acuerdos; pero resulta desalentador ver a muchos de ellos mismos, solo tres días después, recurriendo a las prácticas manipuladoras y luchas de poder de siempre.
Sumando y restando las señales que se observan, quedarse solo en la esperanza podría ser sinónimo de ingenuidad, y actuar desde el miedo podría llevar a una profecía autocumplida. Quizás deberíamos situarnos con la mente abierta, buscando escuchar con atención y entender los posibles méritos de aquello que nos genera rechazo.
El gran riesgo para Chile en los meses que vienen es que primen las cabezas calientes, los discursos encendidos y el atrincheramiento. El gran desafío, por lo tanto, es tender puentes y buscar diálogos generativos, guiados por la creencia de que no existe una única manera de hacer las cosas y de que en la disposición a aprender del otro está el germen del progreso.
Es un desafío para los constituyentes, para los políticos y para nosotros, los ciudadanos. Y es un desafío inmediato, cuyos efectos se sentirán por demasiados años.
Juan Carlos Eichholz