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Editorial
Domingo 09 de mayo de 2021
¿Fabricación de vacunas en Chile?
La ansiada autarquía en esta materia es simplemente una quimera.
En un ambiente altamente sensibilizado por la pandemia, en el que, además, se han multiplicado los ataques a la globalización y al libre comercio, no es de extrañar que hayan aparecido voces sugiriendo que nuestro país “vuelva” a transformarse en productor de vacunas. Se argumenta que así no se dependería de la producción de otros países y que, además, sería una manera de avanzar hacia una “nueva” estrategia de desarrollo, que incorpore valor agregado empaquetando conocimiento.
Sin embargo, como todo enunciado simplista, no se hace cargo de las complejidades involucradas. Si estas no se resuelven de manera apropiada, pueden transformar a la propuesta en otro frustrante fracaso. Es cierto que nuestro país tuvo un incipiente desarrollo en la producción de algunas vacunas y sueros, en acotadas dosis, desde fines del siglo XIX y gran parte del siglo XX, y que esas capacidades se cerraron a comienzos del siglo XXI. Pero siempre fueron de un calibre y alcance muy menores, en comparación con lo que la fabricación moderna de vacunas actualmente requiere.
Producir vacunas en el mundo ha alcanzado un nivel de sofisticación biotecnológica, de complejidad logística, con centenares de insumos que provienen de distintas partes del mundo —lo que, de paso, transforma a la ansiada autarquía en una quimera— y de gigantescas escalas, que permitan hacerlo con la calidad y en las cantidades requeridas, que solo una gran especialización permite desplegarlo de manera exitosa y con los estándares que un tema tan delicado como la salud humana amerita. Países como Argentina y México, cuyas capacidades técnicas para producir vacunas están disponibles, y que se han propuesto fabricarlas contra el covid-19, no lo han logrado hasta ahora, a pesar de todos sus esfuerzos. Por esa razón, destinar de manera voluntarista recursos del Estado para ello, habiendo tantos requerimientos urgentes que habría que suspender para conseguirlo, no parece una buena idea.
Distinta es la aproximación sugerida por algunos rectores universitarios, de poner a disposición las capacidades científicas y la infraestructura de laboratorios, en conjunto con otros centros universitarios y de investigación, para que el sector privado, nacional o internacional, asuma los riesgos financieros involucrados en el desarrollo de un centro productor de vacunas competitivo con los centros mundiales establecidos. Ello impulsaría la investigación científica y tecnológica chilena, pero trasladaría el riesgo y los problemas de calidad, de dificultad logística y de la escala necesaria a quienes estén dispuestos y en condiciones de asumirlos.