Este conocido bar que en tiempos normales reunía a una gran cantidad de juventud en sus múltiples locales, se ha sabido adaptar a los nuevos tiempos implementando delivery, además de recibir a sus comensales en sus amplias terrazas.
Si bien es un bar donde lo que manda es el Aperol spritz o alguna de sus variantes (sumado a la indestronable piscola), aun así tienen su propia propuesta de coctelería de autor que, al menos en carta, suena bastante bien; como algo que se podría pedir con amigos en una tarde casual.
Uno de los cócteles elegidos fue el 7 Mares ($4.990), en base a vodka Stolichnaya, triple sec, jugo de maracuyá y naranja (algo así como un primo cercano del vodka naranja), presentado en una botella de 500 cc. Agradeciendo desde el principio su precio asequible (no podemos decir lo mismo de otros cócteles probados para esta columna), el 7 Mares es un cóctel largo que no venía con indicaciones, así que solo se sirvió en un vaso highball con mucho hielo. Lo primero que se sintió fue el dulzor de la naranja, luego se extrañó la acidez característica del maracuyá y le siguió el sutil sabor del vodka, que acompañaba bien a las frutas. El problema, más allá del dulzor –lo que es materia de gusto– fue que los jugos de frutas eran artificiales, lo que de inmediato le quitó puntos a este sencillo pero cumplidor cóctel.
Siguió el turno de Capitán Green ($4.990), el que, según dice la carta, es preparado con macerado de pepino, jugo de maracuyá, pisco Mistral y toques de limón y cerveza. Servido de la misma forma que el anterior, el Capitán Green también quedó al debe, no solo por su jugo artificial, sino que porque además, en este caso, el maracuyá bloqueó cualquier otro sabor. No se sentía el limón, tampoco la cerveza, solo un leve gusto al macerado de pepino.
En resumen, una buena idea para un bar relajado, pero hay que ponerle más cariño.
En locales Barbazul o Rappi.