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Cartas
Viernes 30 de abril de 2021
Eutanasia y el valor de la vida
Señor Director:
Procedo a responder las observaciones críticas del señor Íñigo de la Maza a mi columna del miércoles 28 de abril.
1. Él se pregunta qué entenderían los griegos por “sagrado”. En lo que respecta al cuerpo humano, el asunto es claro: physis tótheion, el cuerpo (la naturaleza) es lo divino (P. Laín Entralgo, “La relación médico-enfermo”, 1983, p. 106).
2. Él sostiene que los griegos “permitían la eutanasia”. Luego relativiza un tanto su afirmación, al decir: “La cuestión, aparentemente, es discutida, y así como Hipócrates parece haber estado en contra, otros militaban a favor”. Hipócrates “no parece” haber estado en contra. El Juramento Hipocrático es explícito: “Jamás daré a nadie un medicamento mortal, por mucho que me lo soliciten”. ¿Quiénes estarían a favor? Él mismo no lo explicita, pero puede haber pensado en los espartanos que, así como practicaban la eugenesia (al lanzar a los recién nacidos defectuosos o no suficientemente robustos desde el Monte Taigeto) (C. Grimberg, Historia Universal, Tomo II, 1966, p. 94), pueden haber tenido una actitud semejante con los ancianos inservibles. Pero cuando uno se refiere a la Grecia Clásica, siempre piensa en Atenas y en su zona de influencia. Esparta fue un estado militar que para nada se preocupó de la cultura, hasta el punto de no haber producido ningún filósofo, ningún científico y ningún artista (op. cit., p. 96).
3. El señor De la Maza cuestiona la legitimidad de remitirse a los griegos para “argumentar (sobre) cuestiones actuales”. Pero ocurre que todo Occidente se ha alimentado por más de dos mil años de la filosofía, de la ciencia, de la literatura y del arte griegos. Los ejemplos son incontables. Solo dos: a) Martin Heidegger busca el fundamento de su revolucionaria obra “Ser y Tiempo” en los filósofos presocráticos; b) la actual discusión en el ámbito de la ética —dominada desde el siglo XVIII por la postura de Kant, basada en principios racionales y consensuados— ha vuelto a inspirarse en la ética de Aristóteles (A. Escribar, “Ética Narrativa”, 2013, pp. 77 ss.), orientada hacia principios universales y siempre válidos, como la antiquísima regla de oro (también griega), en su versión aristotélica y con la leve modificación de Paul Ricoeur (“El sí mismo como otro”, 1996): “Buscar una vida buena (vale decir, virtuosa) con el otro, para el otro y en el marco de instituciones justas”.
4. A la ironía implícita en su afirmación de que Aristóteles estaba de acuerdo con la esclavitud, no vale la pena referirse. También en Estados Unidos fue aceptada hasta 1865.
Dr. Otto Dörr