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Cartas
Martes 27 de abril de 2021
Sobre Lenin
Señor Director:
Resulta interesante la discusión en torno a la figura de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, que encendió un tuit de la diputada Camila Vallejo con ocasión del aniversario de su nacimiento y que lectores de su medio han seguido. Se trata sin duda de un personaje clave de la historia del siglo XX, quien no solo encabezó la Revolución Rusa, sino que alimentó con sus ideas la formación de los partidos comunistas a lo largo y ancho de todo el planeta, algunos de los cuales aún están vigentes.
Lenin fue un hombre paradójico. Sus retratistas coinciden en destacar su carácter sencillo, lector recurrente de Tolstoi, amante de la música clásica, amable con sus colaboradores, estudioso, original intelectualmente, de vida ascética y ajeno a las ambiciones materiales; rasgos que conviven con su inflexibilidad dogmática, su fanático encanto con principios abstractos ante cuyo altar podía sacrificar vidas humanas concretas sin arrugarse.
Como lo dice Vasili Grossman, se trata de un personaje complejo, como el alma del pueblo ruso, que conoció el destierro, el exilio, la guerra; no fue el monstruo que pintan algunos ni una suerte de santo de la devoción de otros. Lo que más llama la atención es la radicalidad de sus ideas y el tono agresivo e intolerante de sus escritos y sus polémicas con los socialdemócratas, mencheviques y los demócratas en general. Para él, el debate político no consistía en buscar una verdad o persuadir a sus adversarios, sino de vencerlos haciendo mofa de ellos, reduciéndolos a las categorías de traidores, renegados y tantas otras que hacen legión.
Los admiradores de Lenin suelen citarlo como argumento de autoridad en sus debates políticos, al parecer es lo que hace la diputada. Pero la verdad es que hay citas de Lenin para todos los gustos, y no podría ser de otra forma no solo por los muy numerosos escritos que se le atribuyen, sino porque estos fueron redactados al calor del combate político específico de la Revolución Rusa. Así, se pueden encontrar feroces críticas a la democracia burguesa como también a la ultraizquierda, enfermedad infantil del comunismo como la llamó.
Separar a Lenin de su sucesor, Stalin, es un ejercicio vano. El estalinismo no fue sino la consecuencia lógica de su obra: el Estado omnipresente. Muerto Lenin, se hizo evidente el poder incontrarrestable del partido, la dictadura, la policía secreta (la Cheká), la nomenklatura, la gran purga y los falsos procesos de Moscú, la delación santificada, la autocrítica bajo tortura, la censura, la horrorosa deskulakización, el Gulag, la firme voluntad de aniquilar no solo a los enemigos, sino también a los compañeros de causa apenas se desvíen un poco de los intereses del autócrata.
Ricardo Brodsky