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Editorial
Jueves 15 de abril de 2021
Rezago económico en la región
América Latina se proyecta como el área de peor desempeño en el bienio 2020-2021, con una pérdida de riqueza inmensa y los consiguientes costos sociales.
La recuperación de la economía mundial parece estar consolidándose. Las recientes proyecciones del Fondo Monetario Internacional para el mundo auguran este año un crecimiento de 6%, más que revirtiendo la caída de 3,3% en 2020. La recuperación, impulsada desde niveles muy bajos por la apertura de las economías, se proyecta, sin embargo, altamente heterogénea.
Así, resulta interesante notar que, entre las principales economías del planeta, destacan el caso de Estados Unidos, con un crecimiento esperado de 6,4%, luego de una caída de 3,5% en 2020, y también el crecimiento de China, de 8,4%, después de un incremento del PIB de solo 2,3% en 2020. En cambio, la zona euro, golpeada fuertemente por la pandemia y por sus problemas estructurales, no logrará durante 2021 recuperar lo perdido en 2020, como tampoco lo hará Japón. La heterogeneidad de los resultados esperados para 2021 también es evidente en países emergentes. Mientras India y países asiáticos y del este de Europa esperan recuperar este año con creces el nivel de producto perdido desde 2019, lo opuesto se anticipa para América Latina, que será el continente de peor desempeño en el bienio 2020-2021. En efecto, luego de caer un 7% el año pasado, se espera un crecimiento de solo 4,6% en 2021, con lo que la región terminaría este año con un nivel de actividad 3% inferior a 2019. De no recuperar la tendencia previa en los años siguientes, la crisis habrá significado una pérdida de riqueza inmensa en los países latinoamericanos, con los consiguientes costos sociales.
Las razones que explican este escenario son diversas, y dan cuenta de debilidades tanto macroeconómicas como institucionales en la región. Como advierte el FMI, la incapacidad para conseguir vacunas de manera sistemática atenta contra la posibilidad de avanzar hacia la apertura de la actividad social y económica en los países de esta área. Como una excepción, el Fondo Monetario menciona a Chile dentro del pequeño grupo de países que ha asegurado la disponibilidad de inmunización, lo que en parte explica que, junto con Paraguay, sean los únicos de la región donde la actividad debiera superar en 2021 los niveles de 2019.
Por supuesto, las fortalezas macroeconómicas también juegan un papel importante en el actual cuadro. Los países emergentes —de nuevo, con excepciones como Chile— han tenido mucho mayor dificultad para impulsar programas de ayuda, en parte por situaciones fiscales débiles, al tiempo que los niveles de incertidumbre siguen siendo extraordinariamente altos, con lo que las caídas en el consumo y en la inversión amenazan con persistir. Por ello, el informe plantea que un impulso decidido a la inversión será fundamental para que los países emergentes puedan retomar la senda de dinamismo y dejar atrás los inmensos costos sociales de la pandemia.
En este panorama, y aunque las cifras de Chile destacan, las recomendaciones respecto de la necesidad de potenciar la inversión son también plenamente válidas para nuestro país, especialmente considerando que su fuerte caída en 2020 se vino a sumar a años de debilidad en la formación de capital. Es de esperar que nuestros liderazgos y nuestro debate público, hasta ahora preocupantemente dominado por la discusión de políticas de cuestionable fundamentación técnica, tengan finalmente la capacidad para asumir este desafío.