Señor Director:

En carta de ayer, el profesor Juan Eduardo Ibáñez responde, sin matices, que no hay espacio para flexibilizar o interpretar el alcance de la responsabilidad social de las empresas en los casos planteados. Esa posición es legítima y contrasta con la que, hasta ahora, han tomado las empresas involucradas. Más que mantener sus posiciones originales, las compañías han matizado sus críticas, reafirmando su compromiso con el consumidor chino.

Una interpretación —implícita en la respuesta de Ibáñez— es que el accionar de las empresas es poco ético, incumpliendo sus propios principios de sostenibilidad. Otra interpretación es que el problema en cuestión es bastante más complejo, y que las soluciones de esquina no necesariamente son las mejores. Baste ver cómo se ha criticado a empresas europeas exportadoras de celulosa, cuyas pulpas son un insumo importante en la producción de viscosa, un material muy usado en la confección de prendas de vestir y también producida en el noroeste de China.

La multiplicidad de aristas en esta discusión invita a una reflexión amplia sobre el alcance del concepto de sostenibilidad. Quizá una pregunta de orden personal permita un acercamiento más gradual: ¿Estamos dispuestos a dejar de comprar ropa o zapatillas de las marcas involucradas, en virtud de la posición que han tomado las empresas?

Sebastián Claro
Profesor de Economía, Universidad de los Andes