Señor Director:

Plantear la necesidad de reconstruir el centro político y evitar los extremos, se ha transformado en una de las falacias más comunes entre los miembros de nuestra clase política, académicos, periodistas y opinólogos. Todos ellos hablan como si en nuestro mapa político hubiese un partido equivalente a los de la extrema izquierda, que proponen el desmantelamiento institucional y apoyan la violencia. La falacia también implicaría la existencia de una primera línea de derecha que, supongo, estaría saliendo los viernes a destruir la ciudad. Ni mencionar algún grupo paramilitar en el sur que estuviese haciendo frente a la CAM o a su competidora, la WAM.

Francamente, es hora de hacerse cargo de la realidad y dejar de hablar de un mundo ficticio: en nuestro país hay un solo extremo de tendencia antidemocrática y si no lo aislamos, dejando en evidencia su vocación totalitaria, estaremos haciendo un tremendo daño. Creo que no hay malas intenciones en el uso de la falacia, pero desde Hannah Arendt, sabemos que la banalidad es una de las causas que destruyen las instituciones democráticas y conducen al totalitarismo. Quizás sea hora de un verdadero despertar de las élites antes de que el peso de la noche aplaste nuestra convivencia.

Vanessa Kaiser