Señor Director:

Quiero felicitar a Elena Irarrázabal por su espléndida columna sobre el silencio vergonzoso de algunos arquitectos ante la brutal destrucción del patrimonio de nuestras ciudades durante el estallido.

Digo “algunos” porque varios han escrito condenando los hechos y porque no es posible exigirles a todos que lo hagan. Otra cosa son los arquitectos que suelen enviar cartas en este espacio para reclamar por temas tan diversos como los taludes en el cerro San Cristóbal, la demolición de edificios patrimoniales, la remoción de árboles por proyectos urbanos o de adoquines por una carrera de autos.

Sin desmerecer estos problemas, es evidente que son mucho menos graves que quemar templos y edificios patrimoniales, demoler a martillazos parques y espacios públicos o intentar botar monumentos históricos como el de Baquedano, luego de haberlo vandalizado brutalmente por meses. Este silencio es doblemente grave cuando viene de docentes e incluso de directores de escuelas de arquitectura. Todos tendrán sus razones para haberse quedado mudos, pero imagino que saben que su silencio resonará con fuerza cuando vuelvan con sus cartas o columnas para reclamar sobre temas menores, al lado de la barbarie que callaron durante este año y medio de violencia.

Iván Poduje Capdeville