Muchas familias han enfrentado las devastadoras consecuencias económicas y sociales de la pandemia. El desempleo en Chile está sobre un 10% desde hace casi un año, existen hoy un millón de empleos menos que hace un año, cerca de medio millón de mujeres siguen sin participar en el mercado laboral. Trabajadoras y trabajadores, dependientes y por cuenta propia, microempresas y pymes han visto sus ingresos mermados y se han visto obligados a consumir sus ahorros o vender los pocos activos que tienen. La incertidumbre de cada día, el encierro y la carga adicional del cuidado de niños y viejos —trabajo que recae intensivamente en las mujeres— se reflejan en un deterioro significativo de la salud mental. El aumento de las brechas educativas por nivel socioeconómico y de la deserción escolar hacen recrudecer las desigualdades, mientras generaciones de estudiantes han sufrido daños emocionales y cognitivos tras un año lejos de sus compañeros, amigos y profesores, dejando un desafío enorme para la política educativa.
Si bien el avance de la vacunación y el aumento del precio del cobre permiten anticipar una recuperación gradual de la economía, la pandemia no ha terminado y sus dolorosas consecuencias económicas están lejos de terminar. El mercado laboral tardará muchos meses en recuperarse plenamente. No es aceptable que, en una economía que empieza a despegar para algunos y en que aumenta la holgura fiscal a partir de un precio del cobre favorable, no exista una respuesta adecuada del Gobierno a la circunstancia de que miles de hogares seguirán enfrentando niveles elevados de desempleo, sumado a las mermas de ingresos de muchas familias y pérdida del capital de trabajo durante buena parte del año.
En las últimas semanas el precio del cobre ha superado los 4 dólares la libra, muy por encima de los 2,9 dólares proyectados en octubre para la elaboración del Presupuesto de la Nación. En enero Cochilco actualizó la proyección del precio promedio para el 2021 a 3,3 dólares. Hoy, dados los prospectos de los mercados de commodities, es realista proyectar un precio promedio aún más alto. Las señales de dinamismo en la economía de China y la implementación de los paquetes de ayuda en países desarrollados, incluyendo el agresivo programa de Biden en EE.UU., permiten pensar en que este escenario es probable. De materializarse un precio promedio en torno a 3,5 dólares la libra, se esperaría una recaudación por sobre la proyectada de unos 1.440 millones de dólares. Además, un mayor precio del cobre, que se refleja en contratos futuros, mejora las condiciones para el endeudamiento fiscal.
El alza (no proyectada) del cobre debe aliviar la dura y a veces desesperada situación económica que han enfrentado y seguirán enfrentando este año miles de chilenos. En un momento tan crítico como este, el sueldo de Chile debe llegar a los hogares de Chile. Esta es una buena política, en contraste con los retiros de fondos de pensiones —política de último recurso ante la falta de respuestas del Gobierno— que han dejado a cerca de tres millones de personas sin ahorros previsionales.
Proponemos un bono de recuperación y saneamiento financiero para hogares, que favorezca a un universo de familias similar al IEF, cerca de tres millones de familias. Adicionalmente, debe evaluarse un bono de recuperación para microempresas y pymes que hayan perdido su capital de trabajo. Medidas similares se implementan hoy en EE.UU. y se implementaron en la Europa de la posguerra. Son los empujes que necesitan dar los países en este tipo de momentos. El alza del cobre permite que nos comprometamos a este alivio indispensable, sin asumir riesgos insostenibles para el Estado. Al principio de esta pandemia se regateó con las ayudas financieras; como resultado de ello se llegó tarde. No cometamos dos veces el mismo error.
Daniel Hojman
Óscar Landerretche
Carlos Montes
Paula Narváez